jueves, 28 de marzo de 2024

TERESA MANCHA, LA AMANTE CORDOBESA DE ESPRONCEDA

     Sé que me repito más que el gazpacho pero, como ya he dicho otras veces, la mayoría de las historias que podéis leer en Qurtuba Fabulas las encuentro por casualidad, mientras busco información para algunas de ellas. Pero no siempre es así, y en esta ocasión la historia me la ha "chivado" mi amiga Cristina Camacho.

     De Teresa Mancha Arroyal no existen demasiados datos biográficos. Se sabe que nació en Torrecilla, uno de los pagos en que se divide el término rural de Montoro, en Córdoba, alrededor de 1810. Era hija del coronel utrerano Epifanio Mancha y de Amparo Arroyal, natural de Torrecilla. En 1827, durante la última fase del reinado absolutista de Fernando VII, la familia tuvo que exiliarse a Lisboa por las ideas liberales del coronel. Se dice que en ese año Teresa y el poeta Espronceda se conocieron gracias a las visitas de ésta a su padre, que estaba confinado en el castillo de Sao Jorge y que había hecho amistad con el joven poeta, aunque éste estaba confinado en otro castillo, el de Sao Vicente. En cualquier caso, todas las fuentes aseguran que fue en Lisboa donde los futuros amantes se conocieron.


IMAGEN 1. Retrato de Teresa.



     A finales de ese mismo año ambos, el poeta y el coronel, fueron expulsados de Lisboa y marcharon a Londres, aunque no juntos, ya que el poeta llegó en septiembre y la familia de Teresa lo haría en diciembre. Probablemente en la capital inglesa iniciaron su relación. La situación económica de la familia Mancha había empeorado durante el exilio y, en 1829, Teresa fue casada por su padre con el industrial bilbaíno Gregorio Bayo. Espronceda se marchó entonces a Bruselas y después a París, quizás para olvidarla o, como aseguraban las autoridades diplomáticas españolas, en misión secreta por orden de los generales que intentaban derrocar a Fernando VII.

     En enero de 1832 Espronceda regresó a Londres, donde retomaría el contacto con Teresa, con quien planeó fugarse. En agosto se trasladó de nuevo a París, seguido poco después por Teresa, su marido Gregorio Bayo y los dos hijos que habían tenido. El matrimonio y el poeta se hospedaron en el mismo hotel, lo que aprovecharon ambos amantes para huir a la localidad francesa de Passy en octubre del mismo año, dejando atrás Teresa a su familia. En marzo de 1833, y gracias al Decreto de Amnistía del 15 de octubre de 1832, Espronceda regresó a Madrid, seguido varias semanas después por Teresa. Se instalaron en un piso cercano a la vivienda de la madre del poeta.


IMAGEN 2. Calle Santa Isabel en los años 30.



     En mayo de 1834, Teresa y Espronceda tuvieron una hija, Blanca. La relación entre ambos amantes era muy inestable, marcada por el hartazgo de Teresa a causa de las constantes idas y venidas de Espronceda por motivos políticos y, seguramente también, por asuntos de faldas. Teresa los abandonó a los dos para irse con un estudiante a Valladolid, a donde Espronceda la siguió para recuperarla. En 1836 los abandonó definitivamente. Murió en Madrid el 18 de septiembre de 1839, en el número 13 de la calle Santa Isabel. Aunque llevaban algunos años separados, Espronceda acudió a ver el cadáver de Teresa, a través de las rejas de una ventana, expuesto en un humilde cuarto. El poeta plasmaría su dolor en "Canto a Teresa", incluido en su poema "El diablo mundo", que comienza de la siguiente manera:


«¿Por qué volvéis a la memoria mía,
tristes recuerdos del placer perdido,
a aumentar la ansiedad y la agonía
de este desierto corazón herido?
¡Ay, que de aquellas horas de alegría,
Le quedó al corazón solo un gemido,
y el llanto que al dolor los ojos niegan
lágrimas son de hiel que el alma anegan!»



Rafael Expósito Ruiz.




DOCUMENTACIÓN
- Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
- Diccionario Bibliográfico Español de la Real Academia de la Historia.

IMÁGENES
- Imagen 1: Imagen extraída de "libertaddigital.com".
- Imagen 2: Fotografía extraída de "secretosdemadrid.es".

viernes, 22 de marzo de 2024

LA PALMERA DE LA CALLE CLAUDIO MARCELO

     Cuando Almanzor quiso agrandar la Mezquita de Córdoba, allá por el año 987 de la presente era, se encargó personalmente de tratar con los propietarios de las viviendas que era necesario derribar para el ensanche. No sólo les pagaba el doble o el triple de lo que pedían por sus casas, sino que además mandaba que se les comprasen otras. La oferta era tal que ninguno la rechazaba, excepto la propietaria de una casa con jardín en el que había una palmera a la que le tenía un especial cariño.


IMAGEN 1. Vista desde la Fonda Rizzi.



     La propietaria en cuestión era doña Blanca, una dama vascongada y prima, además, de Aurora, la esclava favorita de Al-Hakem II y madre del califa Hisham II, conocida como Subh al-baskunsiyya (Subh "la vascona") Ni la posibilidad de enfadar a Almanzor, que era quien realmente gobernaba, ni las súplicas de su prima la hacían desistir de su empeño de no vender su propiedad. Finalmente accedió, a cambio de que le encontrasen otra casa mejor situada que la suya. Almanzor le regaló un suntuoso palacio en la Medina, cuyo jardín poseía un antepecho y mirador sobre la muralla desde donde se dominaba toda la parte baja de la ciudad hasta el río. En el centro del mirador se había plantado una imponente palmera, que se alimentaba del agua de un venero que además surtía al jardín e infinidad de fuentes y baños públicos y privados. La sombra de esta palmera fue el escenario de innumerables encuentros entre Almanzor y Aurora.

     Almanzor murió en el año 1002 lejos de Córdoba. Una noche de luna llena, su hijo Abd al-Málik  se presentó en casa de Blanca donde, seguido de ésta y de cuatro fieles eunucos, se dirigió al jardín. Los sirvientes cavaron a los pies de la palmera hasta llegar a sus raíces, donde Abd al-Málik colocó una cajita de acero batido cerrada por tres llaves. En su interior se encontraba el corazón de Almanzor.


IMAGEN 2. La palmera en 1567.



     Algunos años después el califa Hisham II, rodeado de su séquito, se presentó en casa de Blanca. Ordenó a los eunucos que lo acompañaban que cavaran a los pies de la palmera hasta que llegaron a dónde la cajita de acero estaba enterrada, ennegrecida y oxidada ya. Hizo llamar a Abd al-Málik y a Blanca, que acudieron cada uno con su llave. La tercera la llevaba el propio califa. Una vez abierta la caja, el monarca colocó en su interior un cristal de roca tallado que contenía el corazón de Aurora, cumpliendo así el último deseo de su madre. La caja volvió a ser enterrada, se cubrió con argamasa y cantos de piedra, y después se engrosó la muralla con un segundo paramento interior de sillería labrada.


IMAGEN 3. La palmera en 1853.



     Lo que hasta ahora habéis leído forma parte del cuento "La palma de los corazones", de Ángel María Castiñeira. Se publicó en  siete entregas durante los días 15 al 21 de agosto de 1878, en el Diario de Córdoba de Comercio, Industria, Administración, Noticias y Avisos, por lo que para no alargar demasiado esta entrada he decidido resumirlo de la mejor manera posible. La publicación estaba motivada por las obras de derribo necesarias para abrir el primer tramo de la futura calle Claudio Marcelo, entre Capitulares y María Cristina. Los trabajos habían llegado ya a la altura de una gran palmera junto a la que habían aparecido gran cantidad de cantos rodados y argamasa, además de un doble muro de sillería labrada.

     La casa que se estaba demoliendo para la apertura de la nueva calle era conocida desde muy antiguo como "la casa de la Palma", a la que se accedía desde lo que sería hoy el cruce de Claudio Marcelo con María Cristina, a través de una plazoleta ya desaparecida llamada también "de la Palma". Era la casa principal de uno de los mayorazgos de los Venegas y propiedad del duque de Hornachuelos en esas fechas, por la gran palmera ubicada sobre la muralla, en lo que fue la huerta de la misma, y que era visible desde casi toda la parte baja de la población. Ángel María Castiñeira se preguntaba si sería aquella la misma bajo la que Almanzor y Aurora tenían sus encuentros u otra posterior, plantada en el lugar de la primitiva por casualidad o en recuerdo de la tradición, y si se salvaría de la destrucción.


IMAGEN 4. La plaza de la Palma y el huerto de la casa de los Venegas.



     Casi 900 años después de haber sido plantada no es muy probable que se tratase de la misma palmera y sí otra posterior, pero el caso es que acabó siendo indultada y, en enero de 1879, se anunciaba su próximo traslado a los Jardines de la Victoria, aunque su destino final serían los de la Agricultura. El traslado se efectuaría en febrero, mes más propicio para ser trasplantada. El día 26 a última hora de la tarde la palmera, que ya había sido sacada de su sitio, quedó preparada para su transporte al día siguiente. Sus dimensiones, 17 metros y medio de altura y unos 3.800 kilos de peso, hicieron necesario que fuera montada sobre tres carretas, de las que tirarían doce bueyes.

     Al día siguiente por la mañana, 27 de febrero, las carretas partieron desde la calle del Ayuntamiento hacia la nueva ubicación del "coloso". El gentío que acudió a contemplar el traslado era tan numeroso y desordenado que no hacía otra cosa que estorbar, consiguiendo finalmente espantar a los bueyes a la entrada a la ronda de los Tejares. Una de las carretas clavó las ruedas en una cuneta retrasando así una operación que de por sí ya debía de ser lenta. El traslado consiguió reanudarse el día 30, pero de nuevo la muchedumbre estorbó más que ayudó y las carretas volvieron a quedarse atascadas. Finalmente, a las tres de la tarde del día 3 de marzo, la palmera quedó colocada en los Jardines de la Agricultura.


IMAGEN 5. Los Jardines de la Agricultura.




     Descartado el hecho de que se tratase de la palmera de doña Blanca, quizás otra posterior podía haber aguantado lo suficiente como para que pudiésemos contemplarla en la actualidad, pero mientras un operario desataba las cuerdas que habían servido para izarla, ésta se tronchó a unos dos metros y medio de la base, cayendo el resto al suelo y el operario con ella. El trabajador se recuperaría en pocos días de una fuerte contusión en la espalda, la palmera cerró el último capítulo de su historia.


Rafael Expósito Ruiz.




DOCUMENTACIÓN
- Archivo Municipal de Córdoba.
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
- Paseos por Córdoba, de Teodomiro Ramírez de Arellano.

IMÁGENES
- Imagen 1: Fotografía de Luis León Massón, detalle esterescópica albúmina, circa 1858. Subida por Antonio Jesús González al grupo de Facebook HISTORIA DE CÖRDOBA EN IMÁGENES.
- Imagen 2: Vista de Córdoba (1567). Anton van den Wyngaerde.
- Imagen 3: Vista de Córdoba (1853). Alfred Guesdon.
- Imagen 4: Sección de un plano del proyecto de apertura de la calle Claudio Marcelo. Fotografía del autor.
- Imagen 5: Jardines de la Agricultura (entre 1906 y 1918). Fototipia Castiñeira y Álvarez.

lunes, 11 de marzo de 2024

EL BUSTO DE LUCANO

     Desde el fondo de la plaza de Elie J. Nahmias, aquel empresario petrolífero que se empeñó en tener un casoplón en Córdoba, y que ahora se conoce como "la casa del judío", un busto de bronce observa el trasiego de autóctonos y foráneos por la plaza de Jerónimo Páez, subido a un sencillo pedestal blanco.


IMAGEN 1. Plaza de Elie J. Nahmias.



     Se trata de Marco Anneo Lucano, el poeta cordobés autor de "La Farsalia", sobrino amado de Lucio Anneo Séneca, nuestro Séneca, y que acabó teniendo que suicidarse como su tío. Está prácticamente sólo, a la vista pero casi invisible, a menos que pases por delante de él, destacando tan sólo el bronce ennegrecido sobre el blanco de la pared, apenas acompañado de los tres mascarones que hay sobre la antigua fuente, desde hace tiempo vertedero, instalada a su derecha.


IMAGEN 2. Busto de Lucano.



     Pero no siempre estuvo ahí. Inicialmente Lucano fue colocado en los Jardines de la Agricultura, junto a otra fuente, una revestida de azulejos salidos de la fábrica sevillana de Manuel Ramos Rejano, y cerca, además, del busto de su tío, que presidía el centro de la Biblioteca Séneca. Fue inaugurado en la tarde del 31 de julio de 1922, sin anuncio previo ni pompa oficial, únicamente con la presencia del alcalde Sebastián Barros Rejano, los concejales Manuel Lama Pérez y José Luque Casares, el secretario Alfonso de Torres Márquez y el jardinero que retiró la tela que lo cubría.


IMAGEN 3. El busto junto a la fuente.



     Fue modelado de manera totalmente gratuita por el joven escultor José Manuel Rodríguez, para después ser fundido en bronce en los talleres de "La Cordobesa", a cargo de Rafael Serrano Palma, de forma gratita igualmente. El hecho de que ahora las efigies de Séneca y Lucano estuviesen tan cerca la una de la otra provocaba que alguno llamase al lugar "el jardín de los estoicos".



IMAGEN 4. Séneca y Lucano.



     Tío y sobrino estuvieron juntos bastante tiempo, aunque finalmente fueron separados. A Lucano lo trasladaron en los años 60 del siglo pasado a su actual ubicación en la plaza de Elie J. Nahmias, tal vez en 1965, no lo sé con certeza, en el año en que se cumplía el 19º centenario de su muerte. Séneca y su biblioteca desaparecerían pocos años después.


IMAGEN 5. En los Jardines de la Agricultura.


Rafael Expósito Ruiz.




DOCUMENTACIÓN
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica

IMÁGENES
- Imágenes 1 y 2: Fotografías del Autor.
- Imágenes 3 y 4: Colección Luque Escribano, Archivo Municipal de Córdoba.
- Imagen 5: Dibujo de Alcaide, publicado en el Diario Córdoba el 9 de marzo de 1960.

lunes, 4 de marzo de 2024

DE CASETA DE GUARDA A BIBLIOTECA POPULAR: LA BIBLIOTECA SÉNECA

     El 14 de junio de 1882 se hacía pública la apertura de la licitación para construir una caseta o kiosco en el centro de los jardines bajos de la Agricultura, los que la gente de mi edad hemos conocido siempre por "Los Patos". Su finalidad era la de «dar albergue al guarda de dicho recinto y para depósito de herramientas y útiles».  El kiosco, de forma hexagonal, se construyó según proyecto del arquitecto municipal Amadeo Rodríguez.


IMAGEN 1. La Biblioteca Séneca.



     No he encontrado noticias acerca de cuánto tiempo estuvo realmente funcionando pero en 1920 ya se encontraba vacío y sin utilidad alguna, lo que motivó que el cronista oficial de Córdoba José María Rey Díaz, el académico José Priego López y el historiador Rafael Castejón y Martínez de Arizala lo creyeran idóneo para instalar allí una biblioteca popular. El 30 de mayo del mismo año presentaron su propuesta al Ayuntamiento, y en ella se desarrollaba la idea de hacer algo parecido a la Biblioteca del Quijote, del sevillano Parque de María Luisa, o la del Parque del Retiro madrileño, aunque de manera más modesta y económica y dedicada en este caso al inmortal filósofo cordobés.


IMAGEN 2. La casera del guarda en 1856.




     El kiosco contaría con un pedestal central con casilleros para los libros, y sobre el que se colocaría un busto de Séneca, además de algunas modestas librerías adosadas a las paredes del mismo, en los espacios entre ventanas. Se designaría a una persona para que se encargase del orden dentro de la biblioteca, que no fuese bibliotecario ni vigilante, y los usuarios no tendrían más que coger los libros de los casilleros y devolverlos a su sitio una vez leídos.


IMAGEN 3. Situación de la Biblioteca en un plano de 1927.



     La propuesta fue bien recibida pero, como las cosas de palacio van despacio, hasta octubre de 1921 no se empezó a acondicionar el kiosco para instalar la Biblioteca Séneca. Inicialmente sería blanqueado y se comenzarían a construir las estanterías, hechas por el carpintero del Ayuntamiento y con maderas del mismo. Más tarde sería adornado con cenefas de azulejos. Mientras tanto, el alcalde Sebastián Barrios Rejano se encargaba de enviar cartas a los escritores cordobeses, solicitando la donación de ejemplares de sus obras para la biblioteca. No sería hasta el 21 de febrero de 1922 en que se abriría definitivamente al público, casi dos años después de lanzada la propuesta.


IMAGEN 4. Postal coloreada.



     La Biblioteca Séneca se unía así a la otra biblioteca de corte popular existente en Córdoba, instalada en un local anexo al Ayuntamiento. La afluencia del público que acudía a los jardines de la Agricultura comenzó de manera más bien tibia, con una media diaria de 9 o diez lectores, aunque pronto se convertiría en la más visitada de la ciudad. Como muestra, durante el mes de mayo de 1924 acudieron 1.022 lectores, mientras que a la Popular y a la Municipal tan sólo lo hicieron 93 y 15 respectivamente. Es cierto que, mientras la Séneca abría todos los días de 09:30 a 13:00 y de 16:30 a 20:30, las otras dos tan sólo lo hacían en días hábiles y con horarios más reducidos, de 18:00 a 21:30 la Popular y de 11:00 a 13:00 la Municipal, aunque la diferencia de lectores era proporcionalmente considerable.

     En los siguientes años se le irían realizando algunas mejoras como la colocación, el 21 de febrero de 1925, de un letrero hecho con azulejos labrados en un acreditado taller de Sevilla en el que se podía leer "Biblioteca Séneca". Nuevas estanterías con mayor capacidad para libros irían llegando, vidrieras de colores en las que se representaban a los cordobeses más ilustres, así como una serie de bancos que la rodeaban, cubiertos de azulejos con frases o máximas del filósofo. Se habilitó, además, una sección en la que los niños mayores de siete años de edad podrían disfrutar con las lecturas de "El tesoro de la juventud", las fábulas ilustradas de Samaniego o revistas como "Pinocho" o "Titirimundi".


IMÁGENES 5 Y 6. Dos vistas más de la Biblioteca.



     La tarea de velar por el buen funcionamiento de la biblioteca recayó en el guardia municipal Antonio Pérez Ruiz, personaje expresivo y locuaz que acudía diariamente a su trabajo ataviado con un sable que colgaba del lado izquierdo de su cinturón. Sólo le duró este atuendo dos años, ya que el Ayuntamiento lo dotó con un uniforme más sobrio que el que hasta ahora llevaba y le suprimió el sable. Cumplió con su cometido durante 20 años, jubilándose en los primeros días de enero de 1942.


IMAGEN 7. Antonio Pérez Ruiz ante "su" Biblioteca.




     En la década de 1950 la biblioteca estuvo cerrada durante varios años y, aunque volvería a abrirse al público, a finales de los años 60 el kiosco estaba abandonado y en estado de ruina. Finalmente acabó demolido. Ni un sólo vestigio queda hoy en día de su existencia, a excepción de los famosos bancos de azulejos que lo rodeaban, aunque el vandalismo, la naturaleza y, como no, la desidia de las instituciones, terminarán por hacerlos desaparecer también.


IMAGEN 8. Lugar en el que se hallaba el kiosco hexagonal. Al fondo, la recién
 inaugurada Biblioteca Grupo Cántico.



IMAGEN 9. Las máximas de Séneca.



IMAGEN 10. Estado actual de los bancos.



IMAGEN 11. Naturaleza, vandalismo y desidia.


Rafael Expósito Ruiz.




DOCUMENTACIÓN
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
- Red Municipal de Bibliotecas.

IMÁGENES
- Imágenes 1, 4, 5, 6 y 7: Fotografías subidas por Lolo Córdoba al grupo de Facebook HISTORIA DE CÓRDOBA EN IMÁGENES.
- Imagen 2: Fotografía de Rafael Garzón, 1856. ARCHIVO MUNICIPAL DE CÓRDOBA.
- Imagen 3: Sección de un plano de Córdoba de 1927.
- Imágenes 8 a 11: Fotografías del autor.