Expresiones como "es más viejo que Matusalén" o "eso es de los tiempos de María Castaña" seguramente no son utilizadas por los jóvenes hoy en día, aunque es probable que alguna vez se las hayan oído pronunciar a sus padres o abuelos. El primero de los personajes a que hacen referencia podemos encontrarlo en la Biblia; el segundo, y el que nos interesa aquí, aparece nombrado en un documento de 1386 y que se encontraría en el Archivo Episcopal de Lugo. Según éste, María Castaña y su marido Martin Cego, junto con sus hijos Gonzalo y Alfonso (según otras versiones serían sus cuñados), habrían confesado múltiples injurias contra la Iglesia así como el asesinato del mayordomo del obispo.
Hasta ahora nada de lo escrito parece que tenga relación alguna con nuestra ciudad a no ser porque, según apareció publicado en el semanario Córdoba el 26 de agosto de 1916, una mujer que respondía al apodo de "María Castaña" encontró la muerte en la plazuela de las Tendillas. El relato es el siguiente:
EL SUCESO DE AYER
Asesinato de María Castaña»
«Casi a punto de entrar en máquinas este número, llega a nosotros la noticia del extraño suceso ocurrido en las Tendillas, del que ha sido víctima un tipo popular: la vieja María Castaña, de quien los muchachos se burlaban en la calle, llamándola por aquél mote, y a quienes ella correspondía con toda clase de soeces injurias. La chiquillería, con sus agudas voces, seguíala por las calles al grito de ¡María Castaña! Ella echaba mano de todas las maldiciones que en sus largos años de mala vida había recogido en las casas de escándalo y sañudamente apedreaba con ellas a los perseguidores.
Aunque en la modesta esfera de una revista no quepa la atrayente y detenida información que constituye uno de los elementos más interesantes de los rotativos, no podemos, periodistas al fin, resistirnos a la tentación de dedicar unas cuartillas al hecho, aprovechando la circunstancia de que nuestro antiguo compañero D. Vicente Anievas -que ha vuelto a ser periodista en Córdoba al cabo de una corta temporada de permanencia en las minas del Rif- fué uno de los primeros en acudir al lugar del sangriento suceso.
IMAGEN 1. Aspecto de la plaza de las Tendillas en la época del suceso. |
El hecho ocurrió a las tres de la madrugada, aproximadamente. Tanto en las Tendillas como en las calles del Conde de Gondomar, Morería y algunas inmediatas, había varios trasnochadores, figurando entre ellos bastantes mujeres de escándalo, yendo unos a pie y otros en coche, y permaneciendo algunos estacionados en las aceras o en la vía pública.
María Castaña salió en aquellos momentos de la calle de la Morería a la de los Morillos, penetró en la del Conde de Gondomar y salió a las Tendillas.
Al pasar por el centro de esta plaza, un hombre del pueblo, de quien luego se supo que durante horas y horas había permanecido al acecho, al pie de la farola central, salió rápidamente al encuentro de María Castaña y, sin que mediase ninguna palabra -todo ocurrió en un momento- arremetió contra ella hecho una fiera. Del primer envite la tiró contra la farola, sufriendo la vieja tan espantoso golpe, que seguramente quedó muerta en el acto.El agresor la alzó del suelo con una sola mano y zarandeó el inanimado cuerpo de la vieja con la misma ligereza y furia que un perro ratonero al coger la presa entre los dientes. Por último, tiró el sangriento despojo en mitad de la plaza.
IMAGEN 2. Portada del semanario Córdoba. |
Los trasnochadores, sorprendidos en plena jarana por la trágica escena, no acertaban a tomar ninguna resolución.
Al fin, el agresor se puso en manos del guardacalle particular. Este le pidió las armas que tuviera, respondiéndole el detenido que sólo se había valido de las manos. Fué llevado a la Higuerilla.
Respecto a las causas del extraño suceso, circulan diversas versiones, en las que la exaltada fantasía del público ha debido poner mucho de su cosecha.
Parece ser que el agresor -un jornalero de los ruedos de Córdoba, llamado Rafael Morisco Aguilar- tiene una hija de dieciséis años, llamada Carmen y dotada de delicada y sugestiva belleza. Se refiere que esta -bonita como una rosa y más alegre y viva que un pájaro- cayó incautamente en las redes que a su inocente juventud tendiera la refinada perfidia de la popular proxeneta, de la abucheada María Castaña, y que al fin y al cabo fué inmolada al monstruoso Moloch de Andalucía que lleva esta alegre denominación, compendio de mil aberraciones: Jarana.
Enterado el padre, que sentía locura por la nena, que se miraba en ella y la veía crecer como si fuese un rosal impecable, se cercioró primero de su desgracia, hasta el punto de asomarse a una juerga en la que su hija era la protagonista, y luego acechó a María Castaña, dándole espantosa muerte.
En este suceso, que no puede quedar encerrado en la mediocridad corriente de la crónica negra, se revelan males espantosos. Desde luego resulta que si María Castaña, hubiera estado en la Cárcel purgando la cadena de delitos que han formado su vida, en vez de hallarse convertida en un tipo popular, con apariencias risibles, no hubieran llegado las cosas al extremo de que fuera despedazada por la vengadora garra de un hombre del pueblo.
El ánimo más sereno y mejor templado, se sobrecoje de espanto ante el espectáculo de la mala vida en la tierra andaluza, ante la visión de la jarana, de la juerga, del hecho infame de que las mujeres pobres sean proporcionadas al vicio de los acaparadores de la tierra, de quienes precisamente causan el hambre del bajo pueblo.
El ánimo más sereno y mejor templado, se sobrecoje de espanto ante el espectáculo de la mala vida en la tierra andaluza, ante la visión de la jarana, de la juerga, del hecho infame de que las mujeres pobres sean proporcionadas al vicio de los acaparadores de la tierra, de quienes precisamente causan el hambre del bajo pueblo.
IMAGEN 3. Primera página del artículo. |
Los sociólogos tienen en este hecho material vastísimo de estudio de una de las desventuras mayores de Andalucía, fijándose bien en que claramente resulta que las mujeres pobres son proporcionadas a los señoritos viciosos y jaraneros, a los causantes de la pobreza que produce la caída de aquellas jóvenes malogradas.
Las personas decentes deben intervenir también para ayudar a la corrección de mal tan espantoso, para evitar que se siga persiguiendo a las mujeres pobres que son bonitas para echarlas, no al placer y al vicio, sino al dolor y a la muerte. No se debe emprender la campaña contra las mujeres malogradas, de mala vida, sino contra quienes las despeñan, contra los jaraneros, profesionales de la juerga, y contra las María Castaña que por toda Andalucía pululan efectuando una recluta infame; contra las profesionales del más espantoso de los crímenes, contra las que debieran arrastrar cadena en vez de pasear su popularidad vergonzosa por las poblaciones, seguidas por la chiquillería callejera al grito de ¡María Castaña! ¡María Castaña! o al de otro mote semejante. De María Castaña publicamos un apunte hecho por el joven y notable dibujante Cámara. Adviértase como se parece a todas las María Castaña, porque es la proxeneta típica.
Por ministerio de la ley, debe funcionar también en nuestra población la humanitaria junta para la represión de la trata de blancas. La benéfica institución tendría un presidente admirable en el caballeroso gobernador de la provincia, funcionario modelo por su rectitud y bondad.
De haberle secundado la opinión, como se debió hacer, la gente de mala vida no hubiera vuelto a invadir las calles de la Feria, la Morería y el Conde de Gondomar, las que perdurablemente se hubieran conservado limpias hasta la pulcritud.
Sirva de aviso saludable el doloroso suceso de anoche, del que han resultado dos víctimas: María Castaña, que ha muerto despedazada por un hombre del pueblo, y Rafael Morisco, que morirá en la horca o en presidio si el jurado, movido por una ráfaga de simpática piedad, no lo vuelve a la calle, ya que nadie pueda restituirle a la paz de su hogar deshecho ni al amor de su malograda hija, muerta en vida porque fué inmolada al monstruo insaciable de la jarana».
Por sí sola esta narración bastaría para constatar el suceso ocurrido en las Tendillas, pero curiosamente, y en contra de lo que solía ocurrir con las noticias en los diarios de esa época, se dan demasiados pocos detalles a mi parecer, tan solo los nombres del autor del crimen y su hija y el apodo de la víctima, una fecha y un testigo fiable. Y como me gusta corroborar con la mayor cantidad de datos posible todo lo que escribo me puse manos a la obra.
El resultado fue "nada". En cualquier otro caso menos cruento que éste los periódicos hubieran llenado sus páginas con todo tipo de detalles sobre las personas involucradas, sus nombres completos, edad, domicilio, así como los pormenores del juicio y posterior condena. Sin embargo no se encuentra en la prensa, ni local ni nacional, una sola mención a ningún hecho ocurrido en la plaza de las Tendillas en ese día y fecha o en días anteriores, ni rastro de ningún Rafael Morisco Aguilar o de la tal María Castaña. De hecho las dos únicas referencias que he logrado encontrar aparecen en los periódicos El Defensor de Córdoba y Diario de Córdoba, aunque no se hacían eco del suceso en sí sino del artículo publicado por el semanario Córdoba.
Es cierto que se menciona a un antiguo redactor del Diario de Córdoba, Vicente Anievas, como uno de las primeras personas en acudir al lugar de los hechos, si bien este periodista había dejado la profesión tras haber sido nombrado Procurador dos años antes del suceso y una reseña en el propio diario lo sitúa en la ciudad marroquí de Nador un mes antes del suceso, no siendo mencionado de nuevo hasta que realizó una visita a Córdoba en 1921. El hecho de que yo no haya encontrado nada que demuestre que Anievas se encontraba aquí cuando ocurrió el asesinato no significa que no estuviera en realidad, aunque es bastante curioso que de haberlo hecho no hubiese cubierto la noticia, ya que al parecer había retomado la profesión en esas fechas.
Entonces, ¿ante qué nos encontramos? Resulta evidente que el peso del artículo no recae en el suceso en sí sino en una feroz crítica a los males que aquejaban a la sociedad cordobesa de la época: la prostitución sin ningún tipo de control por las autoridades, la dejadez de éstas para atajar el problema y la facilidad con las que las jóvenes sumidas en la pobreza caían en las redes que surtían de carne fresca los lupanares, donde los más poderosos veían realizados sus más oscuros deseos.
Quizás nunca existió una María Castaña en Córdoba y tal vez se tratara de un recurso literario para englobar a todas las viejas proxenetas de la ciudad a las que el artículo demoniza, sin pensar que probablemente en su juventud también ellas fueron mercancía para los ricos. Quizás nunca fue asesinada por un padre cegado por el odio y se intentara dar a entender que el dolor causado por la prostitución traía tras de sí más dolor. El caso es que este problema, que ya era antiguo cuando se publicó el artículo, es ahora un siglo más antiguo aún y no tiene visos de resolverse a corto plazo.
Rafael Expósito Ruiz.
DOCUMENTACIÓN
- Córdoba: semanario independiente, Año I Número 2 - 1916 agosto 26. BIBLIOTECA VIRTUAL DE ANDALUCÍA.
- BIBLIOTECA VIRTUAL DE PRENSA HISTÓRICA.
- Wikipedia
IMÁGENES
- Imagen 1: Fotografía extraída del grupo de Facebook HISTORIA DE CÓRDOBA EN IMÁGENES.
- Imágenes 2 y 3: Córdoba: semanario independiente, Año I Número 2 - 1916 agosto 26. BIBLIOTECA VIRTUAL DE ANDALUCÍA.
- Imagen 4: Sección del plano de Córdoba de 1920, Fernández Fenoy.