IMAGEN 1. La losilla de los Odreros. |
«En la Cibdad de Cordova junto á la Corredera está una piedra mui grande de marmol cardeno quadrada que le nombran la Losilla de los Odreros, y tiene en el cantero de la piedra esta Inscripcion; es mui notable y antigua; es dedicacion que la Colonia patricia, esto es, la Cibdad de Cordova hizo en honra de Lucio Manlio hijo de Aulo Manlio, y nieto de Aulo Manlio del tribu Galeria tribuno de los Caballeros, esto es, Capitan de la Legion quindecima, Duumviro en los sacrificios, que era uno de dos para aquel efecto, y Prefecto juridicundo, que era Asistente en la Cibdad para la jurisdicion...»
IMAGEN 2. El pedestal, como aparece dibujado en el manuscrito. |
La denominación de "losilla de los Odreros" se debía a que estaba en algún punto de la actual calle Sánchez Peña, conocida anteriormente por la de los Odreros ya que, según Teodomiro Ramírez de Arellano, «este era el punto destinado a la venta de odres, ó sean los pellejos preparados para el trasporte de aceite, vinos y vinagre, vulgarmente llamados colambres». Lo de "losilla" era puro cachondeo cordobés, ya que el pedestal era de un tamaño considerable. El cronista cordobés Ambrosio de Morales (1513-1591), profesor de Fernández Ruano, escribiría en 1575 sobre él, aunque para esa fecha ya no se encontraba en su sitio:
«Tambien por la lindeza de las letras se juzga aver sido desta ciudad antigua la gran piedra, llamada comunmente la losilla de los odreros. Losilla la llaman como por donayre, siendo una losa grandissima, y de los odreros, por estar en la calle de los deste officio, aunque ya no esta alli. Fue basa de estatua; y dize la dedicacion...»
Posteriormente, el historiador jesuita Pedro Díaz de Ribas, en 1627, el fraile agustino Enrique Florez, en 1747, y el también jesuita Francisco Ruano, en 1760, hablarían sobre él en sus respectivas obras, aunque ninguno de los tres conoce el destino del mismo. No sería hasta 1836, y gracias a la casualidad, que se averiguaría su paradero exacto, como se puede leer en el madrileño "El Español, diario de las doctrinas y de los intereses sociales":
«En 3 de mayo de 1836 con el motivo de haberse trasladado la pila bautismal de esta parroquia de San Pedro de Córdoba del sitio donde ha estado muchos años, que era entrando por la puerta mayor, á mano derecha, y haberla colocado al lado de la izquierda en una capilla mas decente, se ha descubierto, que la piedra que servia de solera para afirmar el pie de dicha pila, es una losa de piedra lastreña negra, de una vara una tercia y una pulgada de largo, una vara y dos pulgadas de ancho, y una tercia y tres pulgadas de grueso, en el cual por un lado tiene la inscripcion siguiente:
L. MANLIO
A. N. GAL. BO
RIB. MIL. LEG
II VIR. PRAE
VR. DIC. DD. C
Por el recorte de algunas letras, que se le advierten faltas, se conoce que para acomodarla á dicho sitio le cortaron mucha parte del grueso de la losa; pero sin embargo, se conoce evidentemente que es la misma que publicó el padre Flores en su España Sagrada...»
De modo que, en algún momento entre 1550 (1) y 1575, el pedestal fue retirado de su ubicación en la calle Sánchez Peña y trasladado a la ahora basílica menor de San Pedro para que sirviera como peana de la pila bautismal, no sin antes haberlo recortado para que se ajustara a las medidas necesarias. Supongo que fue colocado tumbado y, tal vez, con la inscripción mirando hacia la pared, de otra forma no encuentro explicación al hecho de que durante tres siglos ninguno de los escritores que la mencionaron supiera que estaba allí.
Una vez librado del peso del agua bendita sobre sus riñones, el presbítero José González mandó que el pedestal fuese colocado «en la esquina de la pared del postigo de la sacristía, para que se conserve la memoria de esta inscripcion, y está de modo que se ve la misma inscripcion, y el pie que servía de base á la pila bautismal». Así es que lo único que me faltaba era ir a verlo con mis propios ojos, pero hete aquí (siempre he querido usar esta expresión) que cuando accedí al interior de la basílica no encontré el pedestal, ni junto a la sacristía ni cerca de ella.
IMAGEN 5. Entrada a la sacristía. |
El empleado del Cabildo, encargado de controlar el acceso de visitantes a la basílica de san Pedro, me había acompañado amablemente a la puerta de la sacristía para corroborar que, efectivamente, el pedestal no se encontraba allí. Estuvimos charlando algunos minutos y, tras comentarme la posibilidad de que éste hubiera sido retirado tras alguna de las reformas que sufrió la basílica, me sugirió que mirase en el patio exterior trasero, en el que había algunos restos antiguos.
IMAGEN 6. La losilla, junto a unos macetones. |
Efectivamente, en un patio cerrado al público, aunque visible su interior desde la calle a través de unas rejas de hierro, se encontraba el ansiado pedestal, o al menos lo que queda de él porque, como se decía en el artículo del periódico, había sido mutilado cortándole una considerable cantidad del grueso, eliminando así parte de la inscripción original. En el lateral más afectado, muestra además el rebaje en el que se encastró el pie de la pila bautismal y parte del mismo aún empotrado, confirmando el hecho de que, como me parecía más lógico, el pedestal estuvo tumbado mientras sirvió como peana.
IMAGEN 7. Restos del pie de la pila en un lateral de la losilla. |
Es cierto que, aunque puede ser contemplada por cualquiera, la losilla de los Odreros está "escondida a la vista de todos" y seguramente muy pocos se percaten de su presencia. Tal vez estaría mejor en el Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, donde estaría protegida de los elementos y sería más factible el poder verla de cerca, además de evitar que a alguien se le ocurriera volver a reutilizarla.
Rafael Expósito Ruiz.
(1) Desconozco la fecha en que Fernández Franco describió el pedestal, aunque en la década de 1550 regresó a Córdoba después de haber estudiado en Alcalá de Henares, y bien pudo ser en esas fechas cuando realizó el manuscrito, aunque esto es una apreciación personal sin ningún fundamento.
DOCUMENTACION
- Antigüedades y memorias romanas de España, Juan Fernández Franco.
- De las Antigüedades y Excelencias de Córdoba, 1627. Pedro Díaz de Ribas.
- El Español, diario de las doctrinas y de los intereses sociales, n.º 226, 13 de junio de 1836. Biblioteca Nacional de España.
- España Sagrada. Teatro Geográfico-Histórico de la Iglesia de España, 1747. Enrique Florez.
- Historia General de Córdoba, 1760. Francisco Ruano Girón.
- Las antigüedades de las ciudades de España, 1575. Ambrosio de Morales.
- Paseos por Córdoba, o sean apuntes para su historia, 1873-1877. Teodomiro Ramírez de Arellano y Gutiérrez
IMÁGENES
- Imágenes 1, 3, 4, 5, 6 y 7: Fotografías del autor.
- Imagen 2: Ilustración del manuscrito de Juan Fernández Franco.
Excelente entrada. Es cierto que hay mucho objeto desperdigado que podría estar mejor, tal como indicas, en su museo correspondiente (en este caso el Arqueológico). Y aprovechando la sugerencia, no estaría mal que esa gran obra como es el sarcófago romano que está expuesto en el Alcázar, fuese depositado también en ese museo. Imagino que dicha gran obra de la arqueología es vista por el turista sin más ni más y qué mejor que establecer su contexto en un lugar más apropiado. Pero ya se sabe la que Administraciones en este país no se hablan.
ResponderEliminarCierto Lolo. Desde luego es una pieza monumental que sin duda debería estar en el Museo Arqueológico. Y en cuanto a las Administraciones, a veces ni se saludan cuando se cruzan por la calle.
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