miércoles, 17 de septiembre de 2025

UN ROBO DE MEDIO MILLÓN DE PESETAS

     El 3 de marzo de 1922, hacia las cinco de la tarde, un individuo joven y bien vestido se presentaba en la Comisaria de Vigilancia de Córdoba. El comisario Juan Herrera Pérez lo hizo pasar a su despacho donde el joven, con un conocimiento limitado del idioma español, dijo llamarse Maurice Vollaire, ser natural de Bélgica, aunque nacionalizado en Francia, y piloto de la marina mercante de profesión. Aseguraba haber sido víctima de un robo en el tren que pasaba por nuestra ciudad camino de Madrid, aunque no sabía exactamente si en la Línea de la Concepción o en Bobadilla, en el que le habían sustraído una cartera con toda su documentación y algo de dinero, y pretendía que se le facilitase un certificado de buena conducta para poder continuar su viaje sin problemas.


IMAGEN 1. Maurice Vollaire.
     El comisario Herrera notó algo raro en el relato que acababa de escuchar y, tras indicar al joven que no podía facilitarle lo que él quería, éste le rogó que algún agente de la autoridad lo acompañase al Consulado de Francia en Córdoba, al no haberla de su país, tarea que recayó en el guardia Ricardo Maquirain (1), quien casualmente dominaba el idioma del desconocido, y a quien el comisario encomendó que no lo perdiera de vista.

     El agente consular francés, el también director de la Academia Francesa Alejandro Dufour Ixart, escuchó de labios del desconocido la misma historia que el comisario Herrera. Le resultó sospechoso el apellido de Vollaire, pues su pronunciación es idéntica a la palabra francesa para designar a un ladrón: voleur, así es que lo invitó a que escribiera su nombre en un papel. Éste accedió, añadiendo que era piloto del barco a vapor belga "Ostende", natural de Boma (2) y nacido el 5 de febrero de 1886. El cónsul notó entonces que adoptaba una posición extraña con la mano a la hora de escribir, como si intentara desfigurar su propia letra.


IMAGEN 2. Domicilio del agente
consular francés en Córdoba.
     El señor Dufour, algo escamado, le dijo que no podía facilitarle la documentación que solicitaba, y tampoco un certificado de haber acudido a la Comisaría de Vigilancia a poner la denuncia y que un agente le había acompañado después hasta la Agencia Consular, como éste pretendía. Le preguntó si no había nadie en España que pudiese confirmar su identidad y Vollaire contestó que conocía al Cónsul de Bélgica en Almería, y que si le enviaba un telegrama urgente lo podría confirmar. Dufour le contestó que aunque su colega Belga le contestara que conocía a un Maurice Vollaire, nada le aseguraba que ese fuera la persona que tenía delante suyo, así es que le aconsejó que continuase su viaje hasta Madrid, donde seguramente le podrían ayudar en la Embajada de su país.

     Vollaire abandonó el Consulado muy contrariado e intentó lograr su propósito regresando de nuevo a la Comisaria de Vigilancia pero, por segunda, vez el comisario Herrera se negó a facilitar documento alguno a un desconocido. Llegada la noche, Vollaire tomaba café en la estación de tren, mientras esperaba al expreso que venía de Málaga y lo llevaría hasta Madrid, cuando el agente de vigilancia Obdulio Martínez creyó reconocer en nuestro personaje al individuo cuyas características venían detalladas en un telegrama recibido días atrás en el Gobierno Civil, y que hacían referencia al autor de un robo perpetrado en Barcelona. El agente Martínez procedió a detenerlo en ese mismo instante, momento en el que llegó a la estación el también agente Antonio Jiménez Abad que había acudido para apresar al sospechoso.


IMAGEN 3. Estación Central de Córdoba.
     Resulta que el tal Maurice Vollaire era en realidad el ciudadano suizo Hugo de Parenteun (3), un agente de ventas que trabajaba para el joyero barcelonés José Carreras. Todos los días, a cierta hora, Parenteun se presentaba en la joyería, situada en el Paseo de Gracia, para traer de vuelta el muestrario de joyas y el dinero de las que hubiera conseguido vender. El 17 de febrero, sin embargo, éste no apareció, y una hora después el joyero se presentó en el domicilio de Hugo, donde tan sólo encontró una carta en la que este le decía que le habían robado la cartera en la que llevaba las joyas y que, avergonzado y temiendo sufrir un castigo injusto, prefería marcharse. El joyero se dio cuenta enseguida que el robado había sido él y acudió al juzgado a denunciar el hecho.


IMAGEN 4. El detenido (X), el Gobernador y
los agentes encargados del arresto.
     Una vez en la comisaría cordobesa, y tras haber sido interrogado, se procedió a registrar el equipaje de Parenteun, entre el que se encontraron varias fotografías, cartas, postales, unos tickets alemanes, hojas en blanco con el membrete "Servicio Secreto", impresos de una compañía del Congo Belga y algunos artículos de aseo. Parenteun, que no había dejado de protestar por su detención, cambió el semblante cuando vio que ahora le tocaba a él ser registrado. Cosidos entre la tela de los pantalones y en el forro de la chaqueta aparecieron numerosos billetes del Banco de España, que sumaban doce mil cien pesetas, unas pequeñas sierras y varios paquetes con piedras preciosas sin montar. Bajo la camiseta, en un cinturón ancho confeccionado con hule que le rodeaba el torso, estaba el resto de las alhajas, a excepción de dos diamantes que había empeñado en Barcelona por valor de ocho mil y cuatro mil pesetas respectivamente. Ante la evidencia, el ladrón no tuvo más remedio que confesar.


IMAGEN 5. El comisario Herrera (3),  Obdulio
Martínez (1) y Ricardo Maquirain (2).
     El hecho de admitir el delito parece que apaciguó su ánimo y comenzó a mostrarse más distendido. Charlaba con unos y con otros y preguntaba sobre si lo llevarían pronto a Barcelona o sobre cuánto tiempo pasaría en la cárcel, y se maravillaba de que la policía cordobesa estuviese al tanto de sus movimientos. Comentó que el robo podría haber sido mayor si hubiera conseguido cobrar un cheque de doscientas mil pesetas, cosa que le fue imposible pues el joyero barcelonés había hecho suspensión de pagos, y miraba embelesado las joyas robadas, algunas de las cuáles pretendía haberse quedado únicamente para recrearse en ellas si no hubiese caído en manos de la policía. Encerrado después en uno de los calabozos del cuartelillo firmó sin problema el inventario de lo robado que se había realizado en el despacho del Gobernador Civil Manuel Suca Escalona. En dicho cuartelillo fue retratado por los fotógrafos Montilla y Torres Barrionuevo, antes de lo cual pidió permiso para cambiarse de traje, sustituyendo la pelliza, pantalón oscuro y gorra por un traje algo más arreglado de color azul marino, con el que fue finalmente inmortalizado (Imagen 4). Dos meses después en la cárcel de Madrid, a la que había sido trasladado desde Córdoba para continuar después a la de Barcelona, Hugo Parenteun/Maurice Vollaire acabó con su vida suicidándose. De ser cierta la fecha de nacimiento que le facilitó al agente consular Alejandro Dufour, tenía 36 años.


Rafael Expósito Ruiz




(1) Según en que medio escrito aparezca el apellido, éste aparece también como Maquinian y Maquianrey
(2) Ciudad portuaria de la República Democrática del Congo, capital del Estado Libre del Congo cuando Vollaire afirmaba haber nacido, y del Congo Belga cuando éste apareció en Córdoba.
(3) Las versiones de este apellido son aún más numerosas, y entre ellas podemos encontrar Parentó, Panten, Parenteun, Parenteuns, Pereantaun, Paranteum y Parentaner.




DOCUMENTACIÓN
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
- Hemeroteca Digital. Biblioteca Nacional de España.

IMÁGENES
- Imagen 1: Fotografía publicada en el Diario de Córdoba, periódico independiente, decano de la prensa española. Año LXXIII, Número 31.825, el 5 de marzo de 1922.
- Imagen 2: Palacio de los Villalones o de Orive. Auguste Léon, 1914. Musée Départemental Albert Kahn.
- Imagen 3: Fotografía extraída de patinaindustrial.blogspot.com.
- Imágenes 4 y 5: Fotografías publicadas en La Unión Ilustrada el 15 de Marzo de 1922.

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