domingo, 2 de junio de 2024

EL PRIMER GUARDIA CIVIL FUSILADO

     El viernes 5 de mayo de 1876, a las seis media de la mañana, el Batallón de Cazadores de Manila, las compañías del Batallón de la Reserva que prestaban sus servicios en "Córdoba la Vieja", dos escuadrones de a pie del Depósito de Doma y varios piquetes de la Remonta y de la Guardia Civil, se reunían a las afueras de la Puerta de Sevilla. Media hora después iba a tener lugar la ejecución del guardia civil Juan Muñoz Arellano.


IMAGEN 1. Pareja de Guardias Civiles.



     Muñoz Arellano era natural de Hinojosa, soltero y tenía treinta y dos años de edad. Formaba parte de una quinta extraordinaria de ciento veinticinco mil hombres, y no llevaba ni un año en el Cuerpo. Estaba destinado en el destacamento de Belmez, de donde salió una mañana de octubre de 1875 de partida con su compañero y jefe al que, cerca de la hacienda de Campo Alto, en Villaviciosa de Córdoba, disparó causándole la muerte. Inmediatamente después se entregó a un Capitán. Se desconocen las razones que le llevaron a cometer el homicidio, ya que la prensa de la época no entra en detalles y tan sólo apunta que pudo ocurrir tras una discusión. Hasta el momento del suceso, había mostrado una conducta irreprochable y era muy estimado por sus compañeros.


IMAGEN 2. Grupo de Guardias Civiles en 1891.



     El 22 de octubre entró en la cárcel de Córdoba, situada en el Alcázar de los Reyes Cristianos, de la que salió el 6 de diciembre para acudir al Consejo de Guerra celebrado en Sevilla, volviendo el 29 del mismo mes. La sentencia que salió de dicho Consejo no fue aprobada por el Capitán General y el caso tuvo que pasar al Tribunal Supremo, razón por la que el proceso se prolongó. Finalmente, el Supremo confirmó la sentencia del Consejo de Guerra: pena de muerte. Cuando Muñoz Arellano conoció la sentencia, el 4 de mayo de 1876, la recibió con entereza y únicamente dijo que «le quitaban la vida por haber matado a un asesino».


IMAGEN 3. Pareja de agentes en 1891.



     Fue puesto en Capilla a las siete de la mañana de ese mismo día, en uno de los calabozos habilitados para tal fin, donde se le facilitaron jamón dulce, salchichón y vino. Pasó sus últimas veinticuatro horas de vida extrañamente sereno, e incluso tuvo palabras de consuelo para uno de los "llaveros" de la cárcel, que había sido compañero suyo, y que se mostraba abatido por el destino del guardia civil. Tuvo tiempo también para despedirse de un compañero de celda y de dos cabos de su Compañía, a los que pidió que trasladasen su arrepentimiento ante el resto de compañeros.


IMAGEN 4. Una celda del Alcázar.



     A las ocho de la noche hizo testamento, ante el capitán Francisco Sánchez Maeso y el cabo primero Eusebio Robledo González, que actuó como escribano. Dejaba sus posesiones, una casa en Hinojosa y dos hazas de tierra en La Navilla y en Cerro Bermejo, a su único hermano, Antonio, al hijo de éste y a su prima hermana Feliciana, además de a los cleros de Hinojosa y Córdoba y a los establecimientos de Beneficencia. Dejaba también sus ropas para los presos que las necesitasen y para sus compañeros del Cuerpo. Durante todo el día apenas si pudo dormir, entre visitas y consuelos espirituales, aunque tampoco le era fácil conciliar el sueño. Finalmente, a las cuatro y media de la mañana, todos se retiraron y entraron a la celda los sacerdotes que lo acompañarían hasta su hora final.


IMAGEN 5. Prisión en el Alcázar de los Reyes Cristianos.



     Salió hacia la Puerta de Sevilla entre los llantos de sus compañeros de presidio, acompañado de los sacerdotes Francisco Osuna y Emeterio Bravo, su confesor Juan Cubero y los capellanes de los cuerpos de la guarnición, y precedido por la guardia del batallón de Manila que había sido designada para la Capilla, comandada por el capitán José Bonachera. Ahora que se aproximaba el final, su paso era vacilante y su ánimo había decaído. Llevaba un crucifijo en la mano del que no apartaba la vista, mientras iba diciendo «¡Perdonadme, Dios mío!» y «¡Hermanos míos, perdonadme!».


IMAGEN 6. Afueras de la Puerta de Sevilla.



     Una vez llegados al lugar de la ejecución, todo ocurrió con rapidez. Tras hablar con los sacerdotes y con un jefe de su Cuerpo, y suplicar de nuevo que lo perdonasen, se le vendaron los ojos, se arrodilló y rezó el credo y, a una señal del oficial al mando, cuatro fusiles y un revólver fueron disparados contra su pecho. Los intentos de conseguir su indulto por parte del obispo de la Diócesis, la Diputación, el Ayuntamiento, el Gobernador Civil interino, el Cuerpo Consular, los Círculos y Casinos y un sinfín de particulares, no habían conseguido evitar que, según decían haber oído en el Diario de Córdoba, Juan Muñoz Arellano acabase siendo el primer miembro de la Benemérita en ser pasado por las armas desde su creación.


Rafael Expósito Ruiz.


DOCUMENTACION
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.

IMAGENES
- Imagen 1: Pareja de guardias civiles. Cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau, 1900.
- Imágenes 2 y 3: Fotografías extraídas de libertaddigital.com.
- Imagen 4 y 6: Fotografías de Ladis. Archivo Municipal de Córdoba.

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