sábado, 3 de agosto de 2024

LOS PARARRAYOS DE LA MEZQUITA

      El 29 de mayo de 1910, tras extinguirse el incendio producido por un rayo en la cúpula del crucero de la Catedral insertada en la Mezquita, la población cordobesa no entendía por qué tan preciado monumento no contaba con la protección elemental de los pararrayos. No es que fueran una novedad, fueron inventados siglo y medio antes y existían en innumerables edificios públicos y privados de la ciudad. Sin ir más lejos, el Palacio Episcopal y el Seminario Conciliar de San Pelagio, las iglesias de San Nicolás y San Miguel o el Gran Teatro contaban desde hacía algunos años con esta protección. Tampoco era un problema de falta de instaladores cualificados en nuestra ciudad ya que, por citar tan sólo dos ejemplos, Francisco Guerrero Barea y José Córdoba se dedicaban a ello, desde sus negocios en la calle Muñices y Victoriano Ribera respectivamente, además de empresarios extranjeros como el belga Joseph Parfoury de Hotton, responsable de los anteriormente citados.


IMAGEN 1. La Mezquita en 1896.




     El asunto tampoco se debía a un problema de competencias entre la Iglesia y el Estado ya que, según afirmaba el obispo José Proceso Pozuelo Herrera, partidario por otra parte de estas medidas de protección, la Catedral era «de incumbencia del Estado». En una sesión posterior del Ayuntamiento se hacía hincapié en que la competencia era del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, encargado de la restauración de la Mezquita, promovida por el Estado y de cuyos fondos salía el dinero necesario. Los diarios de mayor tirada de la capital, El Defensor de Córdoba y el Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos, venían hace tiempo culpando al arquitecto de la falta de pararrayos y aprovechaban ahora, además, para recordarle su negativa a usar la instalación eléctrica del monumento el miércoles y jueves santo de 1906 por peligro de incendio, instalación que él mismo había autorizado anteriormente.


IMAGEN 2. La Mezquita en 1910, el año del incendio.



     Hay que decir que la necesidad de pararrayos en la Mezquita se venía reclamando desde hacía tiempo, antes de que Velázquez Bosco se hiciera cargo de los trabajos en 1891, al igual que ya los poseían templos como las catedrales de Sevilla y Jaén o la Torre de la Giralda. Al final, como siempre ocurre, entre unos y otros la casa sin barrer. La dejadez de las instituciones que nos persigue desde hace ya demasiado tiempo. En cualquier caso, sólo unos días después del incendio, se daba orden desde el Ministerio de Instrucción Pública de la colocación de los pararrayos.

     Y la dejadez, o la burocracia que viene a ser lo mismo, volvía a actuar, y en abril de 1912, casi dos años después de la fatídica tormenta, la orden ministerial aún no se había cumplido. El entonces alcalde de Córdoba, Salvador Muñoz Pérez, enviaba una carta a Ricardo Velázquez Bosco recordándole este "olvido" y solicitándole encarecidamente que el asunto fuese subsanado lo más pronto posible. La respuesta del arquitecto llegaba dos semanas después y en ella aseguraba que hacía más de año y medio que había presentado el presupuesto para la instalación y que procuraría que ésta se realizase cuanto antes. La fecha en que se presentó el proyecto fue el 18 de agosto de 1910.


IMAGEN 3. Trazado de la instalación de pararrayos, del proyecto de Velázquez Bosco.



     También en agosto, pero de 1913, el Estado consignó 25.000 pesetas para la instalación, y el proyecto fue definitivamente aprobado un mes después. Tras la subasta pública, convocada para el día 20 de septiembre por la cantidad de 57.916,30 pesetas, la instalación fue adjudicada a la empresa barcelonesa J. Dalmau Montero S. en C. En la prensa se afirma que los trabajos comenzaron el 26 de diciembre, aunque ese mismo día la empresa enviaba una solicitud al ayuntamiento pidiendo que, ya que iban a comenzar las obras, se les autorizase a abrir una zanja alrededor del monumento para enterrar un cable introducido en una tubería de gres, solicitud que fue aprobada el día 29 de dicho mes. La zanja se iría abriendo de cincuenta en cincuenta metros y sería cubierta inmediatamente, para evitar entorpecer el tránsito de personas y carruajes.


IMAGEN 4. Bajada de los pararrayos junto al Postigo de Palacio, en junio de 1914.



     Para marzo de 1914 la zanja estaba totalmente cubierta y se comenzaba a tender material sobre los tejados de la Mezquita. El 4 de abril se colocó uno de los pararrayos sobre el san Rafael de la Torre-Campanario, operación de la que al parecer se tomaron innumerables fotografías que hubiese estado bien poder localizar, y el 15 de junio el Diario de Córdoba anunciaba que la instalación había quedado completamente terminada, «la mejor de cuantas se han hecho hasta ahora en España» según sus palabras. Ya un mes antes, El Defensor de Córdoba había dado a conocer las características de dicha instalación:

     «Las instalaciones de Pararrayos se componen, principalmente de tres partes: Los Organos de recepción, los de conducción y los de dispersión.
     Todos ellos deben formar un circuíto eléctrico de gran conductibilidad y las uniones de unos órganos con otros han de estar perfectamente soldadas para asegurar su perfecto contacto.
     En nuestra Catedral, los órganos de recepción de las descargas atmosféricas son muchos. Primeramente la Torre (donde ya están instalados) tiene 9 puntas sencillas de cobre electrolítico, una de ellas en el extremo de la Cruz de San Rafael, cuya punta lleva en su extremo una segunda punta de platino. En el Cuerpo del Templo, Torre del Mirab, Cuerpo alto del Coro, Crucero y Capilla Mayor, irán coronadas de cobre, llevando cada una 5 puntas de cobre semejantes á las de la Torre. Repartidas en los caballetes de todos los cuerpos que forman la Mezquita, irán 62 puntas sencillas de cobre electrolítico y 85 barras cónicas de acero galvanizado con 85 puntas múltiples, también de cobre electrolítico y con las centrales de platino.
     Los órganos de conducción de las descargas formarán una especie de red de caja metálica de anchas mallas, que envolverá todo el edificio desde las cubiertas hasta los cimientos. Esta red está formada por conductores de enlace de situación horizontal que son de cable galvanizado, y conductores de descarga de dirección vertical, que son de cinta de cobre estañado. Estos conductores verticales terminan en un conductor pedimetral subterráneo de doble cable galvanizado, colocado en tubería de grés convenientemente recibida con cemento. Todos los conductores verticales, desde una altura de 2,5 metros del suelo están protegidos por unos tubos de hierro con aislamiento interior, que terminan dentro del tubo de grés del conductor subterráneo.
     Para darse una idea de la magnitud de esta malla que forman los órganos de conducción, diremos que se utilizarán, además de los soportes, grapas y accesorios, unos 4.300 metros de cable galvanizado, unos 1.450 metros de cinta de cobre estañada y 890 metros de tubería de grés.
     Los órganos de dispersión consisten en 8 hermosos pozos de 0'75 metros de luces interiores, revestidos de ladrillo y de una profundidad variable en cada uno, pero que está comprendida entre 8 y 13 metros. En cada uno de estos pozos va metida una placa de tierra de cobre estañada al conductor perimetral subterráneo. Con objeto de que estas placas tengan buena tierra, se han profundizado los pozos hasta encontrar una capa de agua, y para asegurar aún más el perfecto contacto con tierra, se ha puesto rodeando á cada placa una capa de carbón y sal. Para poder examinar periódicamente el estado de estas placas de tierra, todos los pozos están tapados con unos buzones de piedra dispuestos de modo que pueda fácilmente hacerse el reconocimiento cuando sea preciso».


IMAGEN 5. Obras en el andén entre 1917-1919.




     En diciembre de 1917 se presentó un nuevo proyecto de Velázquez Bosco para ejecutar una ampliación de la instalación, que contemplaba cambios provocados en parte por reformas en las cubiertas posteriores al proyecto inicial de 1910. Velázquez Bosco falleció en 1923 y Antonio Flórez, quien ya había trabajado con éste en la restauración de la Mezquita, pasó a ocupar el cargo de arquitecto restaurador. En los seis años que disfrutó de este puesto hasta su sustitución en 1929, ejecutó una serie de obras urgentes entre las que se encontraba la reparación de la instalación de los pararrayos, que al parecer no se encontraba perfectamente unida a la estructura metálica del edificio.


IMAGEN 6. Detalle de una de las bajadas de los pararrayos hasta la zanja.



     La sustitución de Antonio Flórez venía provocada por un decreto de 1929 en el que se designaban arquitectos jefes a cargo de las zonas en las que quedaba dividida España. La zona de Andalucía y Extremadura le fue asignada a Pablo Gutiérrez Moreno, aunque renunció tan sólo unos meses después y el cargo pasaría a manos del arquitecto sevillano José María Rodríguez Cano, quien se encargaría de la restauración de la Mezquita entre 1930 y 1936, siendo sustituido por Félix Hernández. Tras un período de inactividad en la restauración debido al golpe de estado franquista y posterior guerra civil, Félix Hernández presentó un nuevo proyecto en 1941 que incluía repasos en las instalaciones fundamentales anti-incendios, tales como la instalación eléctrica, las motobombas y los pararrayos.


IMAGEN 7. Pararrayos sobre la Mezquita.



     En 1986 el gobierno presidido por Felipe González prohibió por decreto la instalación de pararrayos radioactivos, que habían sido colocados por miles sobre todo desde los años 50 hasta bien entrados los 70 del siglo XX, y comenzó a promover su retirada. Ya a mediados de los 90 se inició una campaña de retirada gratuita junto con Enresa, la sociedad pública encargada de los residuos nucleares en España. Los pararrayos de la Mezquita, que parece ser que entraban en esa categoría, fueron retirados con grúas y escaleras especiales.


IMAGEN 8. Pararrayos en la segunda mitad del siglo XX.



     En la actualidad, según el Plan Director de la Mezquita-Catedral de 2020 que amablemente me pasó Paco Muñoz, el edificio cuenta con dos instalaciones de protección contra los rayos. La primera está situada en la parte superior de la estatua de san Rafael que corona la Torre, y el conductor de bajada a tierra, que cuenta con un contador de rayos, finaliza en una pica situada al pie de la fachada occidental de dicha Torre. La segunda se encuentra en la cumbre de la cubierta del Crucero y la puesta a tierra aprovecha uno de los pozos abiertos en su día por Velázquez Bosco para la primera instalación.


Rafael Expósito Ruiz.




DOCUMENTACIÓN
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
- De lo original a lo auténtico. La restauración de la Mezquita-Catedral de Córdoba durante el siglo XX, Tesis Doctoral. Sebastián Herrero Romero, 2017.
- España sigue encontrando decenas de pararrayos radiactivos 20 años después de cerrar el plan de retirada masiva. David Page, 23 de abril del 2022. epe.es.
- Plan Director Mezquita -Catedral, 2020.

IMÁGENES
- Imagen 1: 809 Córdoba - Una calle exterior de la Mezquita, fachada de levante, 1896. Rafael Garzón. Archivo Municipal de Córdoba.
- Imagen 2: Calle Magistral González Francés, 1910. Lorenzo Almarza. Fotografía subida por Lolo Córdoba al grupo de Facebook HISTORIA DE CÓRDOBA EN IMÁGENES.
- Imagen 3: Velázquez Bosco, Ricardo. Planta indicativa del trazado de la instalación de pararrayos, escala 1:150, 1910. AGA, fondo (5) 14.2, signatura 31/4827, expediente 19. Imagen extraída de la Tesis Doctoral "De lo original a lo auténtico. La restauración de la Mezquita-Catedral de Córdoba durante el siglo XX", de Sebastián Herrero Romero.
- Imagen 4: Calle Torrijos. Auguste Léon, 1914. Musée Départemental Albert Kahn.
- Imágenes 5 y 6: Córdoba. Mezquita Catedral. Fachada occidental, entre 1917-1919. Archivo Wunderlich. Fototeca del Patrimonio Histórico.
- Imagen 7: Mezquita-Catedral, 1932. Autor desconocido. Bildarchiv Foto Marbug.
- Imagen 8: Mezquita-Catedral. Muro exterior occidental, desde el suroeste, 1950-71. Walter Schroder. Bildarchiv Foto Marburg.

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