viernes, 23 de julio de 2021

El día que robaron el "Caimán de la Fuensanta"

Imagen 1. Iglesia de la Fuensanta.


     El 15 de julio de 1923 Córdoba se levantó con la terrible noticia de que uno de sus mayores símbolos populares había desaparecido la noche anterior. El relato de los hechos, tal como apareció en el diario La Voz de ese día, es el siguiente:

      «Paseábamos anoche por la Fuensanta, participando de la frescura que allí se disfruta, cuando observamos cierto ir y venir de un coche y un automóvil hacia la iglesia donde se encuentra tan venerada imágen. Picado por la curiosidad llegué hasta la iglesia, pero nada anormal noté en aquellos alrededores. Volví de nuevo al paseo y habrían transcurrido no más de media hora, cuando pasaron por delante de mí dos hombres a buen paso y oí como uno de ellos decía: 
 
     - Si el comisario no está avisamos a la Guardia Civil.
 
     No pude oir más; pero ya era bastante. Algo extraño había ocurrido.  Seguí a los dos individuos, y ya cerca de ellos oí estas frases: 
 
     - Parece mentira. ¿Qué habrán conseguido con llevarse el caimán? Ganas de hacer daño.
 
     ¿Pero era verdad lo que aquel decía? Imposible. Robar el histórico caimán de la Fuensanta. ¿Quienes? ¿Para qué? ¿Sería posible que el cinismo de unos ladrones llegara hasta robar lo que para los cordobeses supone una valiosa reliquia? ¡Imposible!
     Llegamos a la comisaria. Los dos individuos pasaron al despacho del comisario don Juan Herrera, permaneciendo en él más de una hora. Transcurrida ésta salieron y el comisario después de saludarme con su habitual sonrisa, me dijo:
 
     - No se quejará usted hoy; hay una noticia buena de las que gustan al público.
     - ¿Y de qué se trata?
     - El caimán que se conserva en la iglesia de la Fuensanta ha sido robado esta noche. ¿Por quién? ¿Con qué fin? Pronto lo sabremos. Dentro de unos segundos comenzaremos las pesquisas, que pienso dirigir personalmente.
     - ¿Me permite usted que interrogue a estos caballeros que han venido a traerle la noticia?
     - Hábleles cuanto quiera.

Imagen 2. El Caimán de la Fuensanta.

 
 
     Me dirijo al más viejo de los dos y le pregunto por detalles del robo.
 
     - Mire usted, señor; yo soy el portero de la iglesia, y hace dos días, dos señores que llegaron en un automóvil me dijeron que les enseñase el edificio. Les acompañé a la iglesia, a los patios, al (ilegible), y por último, les enseñé las reliquias y el histórico caimán. Mostraron ambos caballeros una gran curiosidad ante el caimán. Hablaron algunas palabras en un idioma para mí desconocido, y al despedirse me preguntaron si había algún guarda en la iglesia durante la noche. Les dije que sí, y se marcharon en el auto. Yo no dí importancia a la visita, y nada anormal observé en los visitantes.
     Anoche, momentos antes de cerrar las puertas, el mismo automóvil paró ante la iglesia y de él descendieron los dos caballeros a que me refiero. Les dije que no era hora de entrar en la ermita y, muy contrariados, se despidieron. Yo cerré las puertas, pero observé que los desconocidos se quedaron paseando. Nos acostamos, y serían las doce de la noche cuando un ruido extraño me despertó. Rápidamente me vestí y salí al patio, y calcule usted mi asombro al ver la cancela abierta. Encendí luz y procedí a hacer un registro en la iglesia. En ésta no había ocurrido nada, toda vez que la puerta estaba cerrada como yo la dejé.
     Cuando salía para cerrar de nuevo la cancela observé, con el natural espanto, que el caimán no estaba en su sitio. Pronto me repuse y me dí cuenta de que el ruído que sentí fué el que hicieron los desconocidos del automóvil al forzar la cancela y al llevarse el caimán. Esto es todo lo que puedo decirle a usted.
     - ¿Y no sospecha quiénes puedan ser los ladrones?
     - Estoy casi seguro que han sido los del automóvil que llegó momentos antes de cerrar.

Imagen 3. Otra vista de la iglesia de la Fuensanta.

 
 
     Comenzaron a llegar varias parejas de policías a la Comisaría, llamados por el señor Herrera, y poco después un automóvil. El comisario me invita a ocupar un puesto en el auto, en el que vamos dos policías, el comisario y un servidor. Otros policías han recibido instrucciones del señor Herrera y salen precipitadamente en distintas direcciones. Llegamos a la Fuensanta; el comisario practica un minucioso reconocimiento, y luego, volviéndose a nosotros, dice:

     - Al auto enseguida, vamos en busca de los ladrones.

     En este momento un automóvil atraviesa a una velocidad vertiginosa la carretera que conduce al molino de Lope García. Se dirije hacia la capital.

     - ¡Vivo! ¡Sigue a ese auto hasta darle alcance!

     Ya en el paseo de la Ribera, los del automóvil que perseguimos se dan cuenta y aceleran la marcha. Vemos cómo atraviesan el puente, y ya en plena carretera de Sevilla la persecución se hace interesante. Suenan dos disparos hechos por el comisario, que son contestados por otros dos hechos desde el coche ocupado por los ladrones. Al subir la cuesta del Espino, el primer auto sufre una avería y tiene que detenerse. Llegamos, y el comisario y los agentes saltan del coche y pistola en mano, invitan a los ocupantes del auto averiado a que se den presos. Uno de ellos es detenido y amarrado. Cuando se está efectuando esa operación el otro sujeto da un salto a un barranco y protegido por la obscuridad de la noche logra fugarse.

Imagen 4. Cuesta del Espino.

 
     Regresamos a Córdoba con el detenido, el cual declaró que era cierto que acababan de robar el Caimán de la Fuensanta; añadió que se equivocaron de camino y fueron a parar a un molino, donde para atravesar el río había que utilizar una barca y ésta no funciona de noche. Acosado a preguntas dijo que pertenece, en unión de otros, a una banda de ladrones que tiene su residencia en el extranjero, y que se dedica al robo de joyas, objetos de arte y animales históricos. Preguntado dónde habían escondido el caimán, dijo:

     - No tengan cuidado alguno, que será devuelto una vez que nos haya servido para el asunto que necesitamos.

     El detenido se negó en absoluto a declarar nada más sobre el particular. Estando yo en la redacción haciendo esta información, recibo la siguiente carta que por su interés voy a publicar. Dice así:

     "Ya se habrá usted enterado de que hemos robado el Caimán de la Fuensanta; hoy por la mañana habrá aparecido en su sitio, pues nos ha servido para lo que queríamos. Hasta otra. - F."

     Quedé asombrado al leer la precedente carta. No cabe más cinismo. Me avisan que han robado el Caimán y que una vez que se han servido de él, para lo que les hacía falta, lo han dejado en su sitio. Sería curioso averiguar para qué les ha servido el pobre Caimán que durante tantos años ha descansado en uno de los muros de la histórica iglesia de la Fuensanta. Esta mañana nos ha visitado el portero de dicha ermita para manifestarnos que al abrir las puertas encontró en el suelo el Caimán, que había sido robado la noche anterior. La alegría que se dibujaba en el rostro del empleado no es para descrita (?). Ya estaba tranquilo. El Caimán había vuelto a su casa. Ya los cordobeses podrán volver a contemplarlo en la próxima velada de septiembre.

El hombre de los quevedos.



Rafael Expósito Ruiz. 



DOCUMENTACION
- Artículo aparecido en La voz : diario gráfico de información: Año IV Número 1257 - 1923 julio 15.

IMÁGENES
- Imágenes 1 y 3: Archivo Municipal de Córdoba
- Imagen 2: Rafael Bellido, Wikipedia
- Imagen 4: Fotografía extraída del grupo de Facebook CORDUBA

2 comentarios:

  1. Que noticia más curiosa y que hecho más kafkiano. Hay una cosa que opino, me parece que puede haber una confusión del periodista en el artículo de prensa al decir la Cuesta del Espino, seguro querían decir la Cuesta de los Visos, hasta la del Espino desde la Fuensanta hay sus doce o catorce km. y me imagino que una persecución de doce km. que en el año 1923 con el estado de las carreteras, es un salto demasiado largo, en cambio la de los Visos está a unos tres km. Pero no dejar de ser una opinión. He leído en algún sitio lo del robo pero no con tanto detalle. Un abrazo.

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  2. Puede que tengas razón Paco, la Cuesta del Espino está demasiado lejos, aunque quizás por esa razón se le averió el coche, quién sabe. Yo no tenía noticia de este asunto hasta hace dos días, lo encontré por casualidad buscando otro "caimán" y no he encontrado nada más que ese artículo. Nos quedamos sin saber qué demonios hicieron toda la noche con el lagarto. Un abrazo.

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