La jornada de trabajo del día 20 de enero de 1900 estaba a punto de comenzar para los albañiles que construían el nuevo fielato junto a la ermita del Pretorio. Antonio V. G. estaba sentado ante una candela para entrar en calor antes de comenzar la faena mientras se comía unos jeringos cuando llegó Manuel M. L. La tarde anterior no había terminado bien entre ellos, pues las bromas que uno gastaba al otro terminaron cuando Manuel le dijo a Antonio: «todo eso me lo dices mañana».
IMAGEN 1. Fielato del Pretorio, junto a la ermita. |
El día llegó y, quizás para relajar la tensión entre ambos, Antonio ofreció a Manuel uno de sus jeringos, quien lo rechazó asegurando al primero que había venido a matarlo. En efecto, cuando Antonio le dio la espalda, Manuel sacó un cuchillo de grandes dimensiones y le asestó una puñalada por detrás. Mientras el encargado de las obras retenía al agresor, sus compañeros llevaron a toda prisa a Antonio a la cercana Casa de Socorro, situada en el Palacio de la Merced, ante cuyas puertas falleció.
Una vez que se avisó del suceso a la Guardia Civil, se personaron en las obras el cabo Manuel P. acompañado de varios guardias, seguidos instantes después por el teniente José H., quienes procedieron a la detención del agresor y lo condujeron ante el cuerpo sin vida de su compañero, delante del cual confesó el crimen con una tranquilidad pasmosa y aseguró que si Antonio no hubiese insistido con las bromas aún seguiría vivo. Después de que el juez procediera al levantamiento del cadáver éste fue conducido al cementerio.
IMAGEN 3. Espadaña del cementerio de La Salud. |
El juicio por este terrible asesinato se celebró el día 7 de noviembre. El abogado defensor, José O. C., alegó que su defendido actuó sin ser consciente de lo que estaba haciendo e intentó que se le aplicara el eximente por locura. Según su opinión, el acusado debía ser recluido temporalmente en un manicomio y no en la cárcel, donde seguramente su locura podría agravarse. Finalmente solicitó la absolución de Manuel. Por su parte, el fiscal Alejandro R. alegó que el acusado había actuado con premeditación, pues el día de los hechos llevaba consigo un cuchillo de 32 centímetros de largo con el que perpetró el crimen, mientras que lo que usaba normalmente cuando comía en la obra era una pequeña navaja. Añadió además que no estaba probado que éste padeciese ninguna enfermedad ni que sufriera ataques de epilepsia, como se había sugerido, y que en todo caso el día de autos se encontraba en perfecto estado.
Tras las deliberaciones, el Jurado consideró a Manuel M. L. culpable, siendo éste condenado a catorce años, ocho meses y un día de prisión, además de al pago de las costas del juicio y de una indemnización de 1.500 pesetas a la familia de la víctima.
No es fácil, ni absolutamente necesario, llevarte bien con todos tus compañeros de trabajo, aunque hay extremos a los que nunca se debe llegar y límites que no deben ser traspasados.
Rafael Expósito Ruiz.
DOCUMENTACIÓN
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
IMÁGENES
- Historia de Córdoba en Imágenes: 1.
- Archivo Municipal de Córdoba: 2 y 3.
No hay comentarios:
Publicar un comentario