Si hay algo que abunde en la Mezquita-Catedral, aparte claro está de arcos y columnas, son capillas. Si no me equivoco, y si las páginas de internet que he consultado tampoco lo hacen, serían un total de 47 las que aún permanecen en pie, rodeando prácticamente todo el interior del monumento. Sinceramente, aparte del valor artístico o histórico que puedan tener, poco o nada pueden interesar a un ateo como yo, aunque la cosa cambia si alguna de ellas tiene una pequeña curiosidad que contar, que básicamente es lo que da vida a este blog. Ese es el caso de la capilla de san Acacio y Compañeros, y Once Mil Vírgenes, conocida también como "de la Sangre".
IMAGEN 1. Retablo de la capilla de San Acacio. |
Cuenta la leyenda que este Acacio era un militar romano, general o legionario según quien te lo cuente, que formaba parte del ejército de 9.000 hombres que los emperadores Adriano y su hijo adoptivo Antonino enviaron a repeler una rebelión en tierras del Eúfrates. Cuando llegaron a Armenia vieron que los rebeldes les superaban en número, por lo que los emperadores ordenaron que se hicieran sacrificios a los dioses para que les fueran propicios en la batalla, pero un ángel se apareció a cuatro de los oficiales, entre los que se encontraba Acacio, y les prometió la victoria a cambio de su conversión al Cristianismo. Los 9.000 aceptaron y, después de haber logrado ganar la batalla, acompañaron al ángel al monte Ararat donde, ayudado por otros siete ángeles, los estuvo instruyendo en la nueva fe.
Los emperadores, que supongo que estarían en su lujosa tienda de campaña bebiendo y comiendo mientras sus soldados luchaban, no se habían enterado de nada, y a los tres días salieron a buscarlos ya que aún no habían regresado. Los encontraron orando en el monte y decidieron escribir pidiendo consejo a los reyes Sagor, Máximo, Adriano, Tiberiano y Maximiano. La respuesta fue castigo y muerte para los soldados y, para asegurarse de que esto se hiciera, fueron hasta Armenia cinco millones de hombres, entre príncipes, magistrados, prefectos, patricios y soldados. Tras unos dimes y diretes entre Acacio y Antonino, este último ordenó que fueran apedreados, pero las piedras, en vez de impactar en los recién convertidos, se volvían a golpear a los apedreadores. Esto bastó para que otros mil de los hombres que habían venido a castigarlos se unieran a ellos. Los emperadores ordenaron entonces flagelar, coronar con espinas y crucificar a los 10.000 (los 9.000 iniciales y los 1.000 que se unieron después). Tinieblas, terremotos y ángeles descendiendo del cielo para descolgar a los soldados y enterrarlos darían el broche épico a la escena.
Hasta aquí la leyenda, sin pies ni cabeza como todas ellas, aunque me quedo sin saber dónde están las once mil vírgenes, que no aparecen por ningún lado, pero supongo que con los cinco millones de personas que acudieron a Armenia y los diez mil crucificados ya había gente de sobra, y la capilla no es tan grande como para que quepan todos. Falta decir que, como no podía ser de otra manera, las reliquias del santo se encargarían de obrar milagros por todas las partes del mundo a las que llegaban, incluido el pueblo cordobés de Montemayor, a donde llegó una en el siglo XVI y cuyos vecinos decidieron hacerlo patrón menos de cien años después de su llegada.
Y si fantasiosa es la leyenda del pobre Acacio, no se queda atrás la que originó que su capilla en la Mezquita-Catedral sea conocida como la de La Sangre. Se supone que este apelativo se debe a la presencia de una representación del Ecce homo en el retablo de la capilla, en el que se aprecia la sangre que brota de la corona de espinas cayendo por su frente. Pero la infinita imaginación del vulgo, que es lo mismo que decir populacho o chusma pero en fino, nos proporcionó una versión alternativa y, claro está, más interesante. Así nos la cuenta el Licenciado Gaspar Matute:
IMAGEN 3. El Ecce Homo. |
«Al tiempo que se celebraba la procesión del jueves santo de 1483 para poner al Santisimo en el monumento, observaron algunos que de un zapato del tesorero salia sangre de que llevaba todo el pie bañado. Avisándoselo, i notando su gran turbacion i que no acertaba a proferir palabra, lo entraron en la capilla de San Acacio (que desde entonces, segun dicen, se llama de la sangre) i descalzándole el zapato hallaron en el la sagrada forma que aquella misma mañana habia consagrado. Aprendido por el tribunal confesó este delito i otros que habia cometido i tuvo el fin que acabamos de referir».
La historia, sin embargo, es otra bien distinta. Pedro Fernández de Alcaudete era tesorero de la Catedral. Una de sus sirvientas, con la cual se decía que estaba amancebado, fue la triste protagonista en 1483 del primer Auto de Fe celebrado en Córdoba, en el convento de los Mártires. Acusada de judaizante, fue condenada a la hoguera. Fueron después en busca del tesorero a su casa, donde se defendió con ayuda de sus criados, uno de los cuales mató a uno de los alguaciles que iban a detenerlo. Una vez apresado, fue conducido a la cárcel del Santo Oficio, ubicada entonces en el Alcázar de los Reyes Cristianos, donde estuvo encerrado hasta el 28 de febrero de 1484.
IMAGEN 4. La cárcel de la Inquisición. |
Ese día, por la mañana, salió la procesión que acompañaba al reo hacia el convento de San Francisco, donde se había preparado un tablado en el que se realizaría el "juicio". Tras la lectura de los cargos y la sentencia, sin posibilidad de defensa , fue despojado de las insignias de su cargo y de sus ropas y entregado a la autoridad civil, que era la encargada de hacer cumplir la condena. Tras vestirlo con una aljuba (1) amarilla de mangas largas, un capirote rematado por una borla de colores, y un letrero en el que se podía leer "este ha judaizado", fue conducido a las afueras de la puerta de Baeza (otras versiones hablan del Campo de la Verdad), donde se había clavado un madero con un asiento en el que lo sentaron y amarraron con una argolla antes de quemarlo vivo.
IMAGEN 5. Afueras de la puerta de Baeza. |
Leyendas e historia, las primeras para contarlas una y otra vez, añadiéndole si es posible elementos que las hagan más atractivas aún. La segunda para superarla, pero nunca olvidarla.
Rafael Expósito Ruiz.
(1) 1. f. Vestidura morisca usada también por los cristianos, consistente en un cuerpo ceñido en la cintura, abotonado, con mangas y con falda que solía llegar hasta las rodillas.
DOCUMENTACIÓN
- Capilla de San Acacio. artencordoba.com
- Colección de los autos generales i particulares de Fé celebrados por el Tribunal de la Inquisición de Córdoba: anotados i dados a luz por el Lic. Gaspar Matute i Luquin, 1836.
- San Acacio y los 9999 mártires. Ramón Rabre, 22 junio 2022. religionenlibertad.com.
- San Acacio y Compañeros, y Once Mil Vírgenes. Jesús Daniel Alonso. diocesisdecordoba.es
IMÁGENES
- 1,2 y 3: Fotografías tomadas por el autor.
- 4: Alcázar de los Reyes Cristianos. Estampa que ilustraba la obra "The tourist in Spain", realizada a partir de un dibujo realizado por David Roberts, 1836.
- 5: Sección de la "Vista de la ciudad de Córdoba desde la Fuensanta", de Pier Maria Baldi (Fototipia de la acuarela de 1669)
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