viernes, 15 de diciembre de 2023

UN SECUESTRO EN EL LAGAR DE ALTO PASO

     Corría el año 1855 y Federico Ferrando Casabonne se trasladaba a Córdoba, desde su Valencia natal, junto con su esposa, sus hermanos y su madre viuda. La holgada situación económica de la familia les permitió adquirir una casa en el número 1 de la plazuela de San Felipe, plaza de Ramón y Cajal en la actualidad, además de un lagar en la sierra cordobesa llamado de Alto Paso. Estaba este último compuesto de pinar, castañar, avellanar, encinar, tierras de siembra, fontanar o huerta con tres nacimientos de agua para el riego, una gran cantera de mármol blanco y de piedra con vetas y una casa de teja con varias habitaciones, y hasta entonces había sido propiedad de José Miguel Toledano, que vivía frente a la Puerta del Perdón de la Mezquita, en el número 42 de la actual calle Cardenal Herrero.


IMAGEN 1. Cantera (izquierda) y casa (derecha) del antiguo lagar de Alto Paso.



     Los hermanos Ferrando se hacían cargo por turnos del control del lagar, así como de la vigilancia de las obras de mejora que estaban llevando a cabo, y era el joven Federico el que se encontraba allí la noche del 23 de julio de 1856 cuando tres individuos entraron hasta su propio dormitorio y se lo llevaron a la fuerza. Se trataba de los ex-presidiarios Diego del Rosal Romero "el Sereno", Cristóbal Hidalgo Llamas y Juan Mellado Carmona "Ojancos".

     La familia Ferrando no era un objetivo al azar, ya que los tres asaltantes creían poder sacar beneficio de la gran fortuna que pensaban que dicha familia poseía. Contaban además en sus filas con Diego Toribio Álvarez, trabajador del lagar, y con el capataz mismo, un tal Cobos (1), ya porque fueran los inductores o porque hubieran sido convencidos u obligados por los otros tres, lo que les facilitaba mucho la comisión del delito. El secuestro fue tan rápido que al joven Federico no le dio tiempo de coger las pistolas que guardaba en un cajón de su mesa. Secuestradores y secuestrado estuvieron andando toda la noche y parte del día siguiente hasta que llegaron a un cerro cerca del arroyo de Valdepuentes, donde lo encerraron en una cueva y lo obligaron a escribir una carta dirigida a su madre y a su esposa pidiendo el pago de 8.000 duros por su liberación, y algunas más que irían enviando sucesivamente. Amenazaban, además, con matarlo si daban aviso a las autoridades.


IMAGEN 2. La cueva del gato.



     El rescate fue pagado, pero pasaban los días y no sólo Federico no estaba de vuelta con su familia, sino que seguían llegando las otras cartas que le habían obligado a escribir, exigiendo sumas de dinero cada vez mayores. Las batidas en su busca tampoco daban sus frutos, por lo que se decidió llevar a cabo un plan para apresar a los secuestradores y liberar al joven. El propio hermano de Federico, Emilio Ferrando, lo contaba así en una carta dirigida al Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos:

     «Con el doble objeto de deshacer algunas versiones equivocadas que han llegado á mi noticia acerca de la ocurrencia acaecida el 11 del actual [septiembre de 1856], y con el de rendir el único tributo de gratitud que me es posible á la benemérita institucion de la Guardia Civil, tomo la pluma para relatar el hecho, consignando la tan digna conducta que en él ha observado.
     Cansados, como es ya público, de ver el medio mas prudente de terminar el asunto de mi desgraciado hermano, y recibiendo cada dia nuevas pruebas de la obstinacion de los criminales, resolvimos, al recibo de la última carta, el ponernos en combinacion con los Sres. D. Pedro José de Anca y el Capitán D. José Castillo, de acuerdo con el Sr. Comandante General de la Provincia, con el fin de formular un plan que puesto en práctica prudente y reservadamente diera por resultado la captura de los que salieran á recibir el dinero. En efecto, el 10 del actual, dia señalado por los malhechores para la conduccion de la cantidad pedida, salió Miguel Moreno, comisionado por nosotros para llevarla, seguido de un coche, en el que iban el Cabo 2º Fernando Vidal y el Guardia de segunda D. Juan Matilla, y á regular distancia los guardias de caballeria Lorenzo Rodriguez de primera y Pedro Leon Gomez.
     Llegados que fueron á la Rambla sin novedad ninguna, dispuso el Sr. Alférez Infante, que á la sazon se hallaba ya avisado, que al dia siguiente regresara el carruage siguiendo la marcha Moreno, seguido de los Guardias de Infanteria Juan Aragoneses, Francisco Osuna y Manuel Gil Arjona ó Manuel Rodriguez, y detrás de estos los antedichos de caballeria con el citado Sr. Alferez. Como á las ocho de la mañana del 11 fué llamado el conductor del dinero por un ladron en un olivar prócsimo a la venta de Buey Prieto, donde entregó la cantidad que llevaba, habiendo sido avisados los Guardias de la salida de los ladrones. En el momento que considerando el criminal terminado su negocio se iba ya á separar de Moreno, fué dado el "alto á la Guardia Civil" por la Infanteria, el que le puso en precipitada fuga, obligando á el guardia Aragoneses y á Moreno á hacer dos disparos sin causarle lesion alguna, a cuyo tiempo acudió la caballeria logrando alcanzarle á el momento, habiendo sido herido por una cuchillada en la cabeza dada por Lorenzo Rodriguez. La primera pregunta que se le hizo á el malhechor fué donde se hallaba mi hermano, intimidándole para que declarase donde se encontraban sus compañeros, á lo que contestó que cuatro á caballo a caballo se hallaban prócsimos á aquel sitio. Registrados los alrededores por la caballería no se hallaron los citados, regresando aquella á el lugar donde estaba el preso custodiado por la infanteria, la que entretanto habia asegurado a otro paisano que figuraba dormir como á veinte pasos de donde se hizo la aprehension.
     Todo el interés de la Guardia se dirigió entonces á que dijeran el lugar que ocupaba el que tenian prisionero, usando para ello de medios ya violentos ya templados, pero los que no dieron resultado ninguno, encerrándose los criminales en un silencio absoluto...»


Imagen 3. La Guardia Civil caminera.



     El primer delincuente apresado resultó ser Cristobal Hidalgo, mientras que el que simulaba dormir era Diego del Rosal. El resto de los cómplices, Lorenzo Francisco Giménez "La Breva" y José Ojeda, fueron siendo capturados en los meses siguientes hasta que, el 29 de marzo de 1857, se apresó a Diego Toribio, aquel que trabajaba en el lagar en el momento del secuestro, a quien se le encontraron en su domicilio 50 napoleones y una navaja de doble filo.

     Durante el tiempo que los apresados permanecieron en la cárcel de Córdoba mantuvieron su inocencia en todo momento, y se dedicaban a pasarse consignas los unos a los otros sobre lo que debían declarar canturreando por las noches desde sus celdas, aunque finalmente Diego Toribio acabó confesando. La tarde-noche del 24 de julio, día en que los secuestradores y Federico Ferrando llegaron a la cueva donde iban a tenerlo retenido, el joven infeliz creyó reconocer la voz de Toribio, que discutía con los demás la manera de repartirse el botín que consiguieran y, pensando que éste había acudido en su ayuda, lo llamó por su nombre, firmando así su sentencia de muerte. Toribio le dijo a su compadre del Rosal que ya no podían dejarlo vivo puesto que los delataría si lo ponían en libertad, y como el primero no tuvo el valor necesario para acabar con él, fue el segundo quien se encargó.

     Cualquier persona con un mínimo de inteligencia, cosa que ninguno de estos individuos parecía tener, se hubiese deshecho del cadáver y después huido o regresado a su vida normal sin levantar sospechas, pero les pudo más la codicia y decidieron seguir adelante con el plan para sacar a la familia Ferrando todo el dinero posible. Tras la primera carta exigiendo un rescate fueron enviando las otras que habían obligado escribir a Federico, y cuando ya no tuvieron más para mandar hicieron que un memorialista (2) llamado José Ojeda las escribiera de su puño y letra, bajo el dictado de Diego Toribio.

     Tras la inculpación por parte de Toribio, Diego del Rosal acabó confesando el sitio en el que habían enterrado el cadáver del joven Federico, un lugar escabroso y de difícil acceso junto al arroyo de Valdepuentes, rodeado de zarzales. El 17 de abril de 1857 los restos fueron exhumados ante la presencia de los jueces de primera instancia Rafael Saldaña y José Muñoz, el alcalde interino de Córdoba, y los reos Diego del Rosal, Cristóbal Hidalgo y Diego Toribio. El cadáver había sido enterrado a escasa profundidad y estaba envuelto en un capote y con los ojos vendados. Mostraba signos de haber sido estrangulado y presentaba una herida de arma blanca en el corazón. En el bolsillo izquierdo del chaleco se encontró una sortija de oro con trenza de pelo que llevaba las iniciales de la madre de Federico hechas con diamantes y un pañuelo con las iniciales del infortunado. Tras colocarlo en un ataúd que había sido llevado a tal efecto, fue conducido al cementerio de Nuestra Señora de la Salud.


IMAGEN 4. La cueva del bandolero.



     El 11 de septiembre de 1857, a las nueve de la mañana, dieron comienzo el juicio y vista pública en el Salón Alto de la Diputación Provincial. Tras los turnos de la Fiscalía, la acusación privada y los abogados de la Defensa, la vista se dio por terminada al día siguiente a las cinco de la tarde. La sentencia no tardó en llegar: pena de muerte por garrote vil para Diego del Rosal y Cristóbal Hidalgo, cadena perpetua con argolla para Diego Toribio, Juan Mellado y Lorenzo Francisco Jiménez y 20 años de prisión para José Ojeda. Fueron condenados, además, a devolver a la madre de Federico Ferrando los 9.000 reales que les había enviado, a otros 10.000 reales por perjuicios y a pagar las costas procesales. Esta sentencia fue posteriormente apelada en la Audiencia, y finalmente se redujeron las penas a cadena perpetua para los dos acusados a muerte y 20 años de reclusión para los restantes, a excepción de Lorenzo Francisco Jiménez que resultó absuelto.

     Los reos fueron conducidos a diferentes presidios. En el de Ceuta recalaron Diego del Rosal y Cristóbal Hidalgo, que acabó muriendo en el hospital tres años después, mientras que el primero logró escapar del mismo para perderse definitivamente.


Rafael Expósito Ruiz.


(1) Ni en la prensa de la época ni en ninguna de las obras posteriores consultadas aparece el nombre del capataz del lagar de Alto Paso, a excepción de en los "Paseos por Córdoba" de Teodomiro Ramírez de Arellano. Según éste el tal Cobos, cómplice en el secuestro pero no en el asesinato y que pensaba delatar a todos sus compañeros, no llegó a juicio al haber fallecido antes por cólera, aunque se decía que podía haber sido envenenado por éstos.
(2) Persona que por oficio escribe memoriales o cualesquiera otros documentos que se le pidan. Diccionario de la lengua española, rae.es.




DOCUMENTACIÓN
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
- Crónica negra de la historia de Córdoba (Antología del crimen). José Cruz Gutiérrez y Antonio Puebla Povedano.
- Las canteras de mármol blanco del lagar de Altopaso. notascordobesas.com.
- Paseos por Córdoba. Teodomiro Ramírez de Arellano.

IMÁGENES
- Imagen 1: Google Maps.
- Imagen 2: La cueva del gato (o) Los contrabandistas sorprendidos. Manuel Barrón Castillo. Museo de Bellas Artes de Sevilla.
- Imagen 3: La Guardia Civil caminera. Jacinto Contreras Vázquez.
- Imagen 4: gimenounpasseigpelsmontesdebiar.blogspot.com.

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