La tarde-noche del 9 de marzo de 1891, una señora elegantemente vestida abandonaba el hotel Europa en Sevilla para dirigirse a la estación de ferrocarriles. Allí debía tomar el tren mixto de la compañía M.Z.A. que salía a las 20:50 con dirección a Córdoba para, desde allí, continuar hasta Madrid. La acompañaba un caballero de buen porte el cual, una vez en la estación, estuvo preguntando por varios trabajadores de la compañía al revisor Ignacio Bonazas para después pedirle que, en la medida de sus posibilidades, estuviera pendiente de la señora durante el trayecto. Permaneció con ella en el vagón A-82, un reservado para no fumadores, hasta que llegó la hora de la salida del tren.
IMAGEN 1. Pasajeros subiendo al tren. |
La señora en cuestión era madame Henrion (1), una afamada modista parisina de 37 años que viajaba con asiduidad a nuestro país para satisfacer los encargos que las damas de la alta sociedad española le hacían. Para estos menesteres había salido de París el 22 de febrero, con destino a Madrid, Sevilla y vuelta a Madrid, donde había acordado encontrarse con su marido, el empresario Jacobo Perrean (2), la noche del martes 10 de marzo. El caballero que la había acompañado era, probablemente, un trabajador del hotel o bien un traductor de los que solían acompañar a los visitantes extranjeros. Ignacio Bonazas, el revisor, hizo algunas visitas a la señora a lo largo del recorrido, una de ellas en la estación de la localidad de Tocina, a 37 kilómetros de la capital sevillana. La encontró recostada en su asiento y le preguntó que si necesitaba algo pero ella, en un perfecto español, le respondió que todo estaba bien, tras agradecerle su interés. El señor Bonazas regresó a uno de los coches del tren para guarecerse de la tromba de agua que les venía acompañando desde que iniciaron el viaje.
El tren llegó a Córdoba sin incidencias sobre las 01:45 de la madrugada y, como tan sólo quince minutos después debía continuar su marcha hasta Madrid, el revisor decidió pasar de nuevo por el reservado que ocupaba la modista. Lo acompañaba el contramaestre de alumbrado Jacinto López Cava, quien con un farol suplía la falta de iluminación de los vagones. Éste saludó con un "buenas noches" al entrar al vagón, al que únicamente contestó el señor Castillo, un agente comercial de la compañía que acababa de ocupar el reservado. Como la cortinilla que cubría el farol no dejaba ver con claridad decidió descorrerla y entonces vio a madame Henrion sentada, con la cabeza apoyada en un almohadón y con el vestido y la manta que cubría sus piernas bañados en sangre.
IMAGEN 2. Estación Central de Córdoba en 1868. |
Inmediatamente avisaron al Jefe de Servicio, quien decidió detener el tren hasta que llegaran las autoridades judiciales. A las 04:37 acudieron el juez del Juzgado de la Izquierda, el escribano, el médico de la compañía de ferrocarriles y el director de la Casa de Socorro. En un examen preliminar se observaron una herida en el cuello, que había seccionado la vena yugular de la víctima, un corte en los dedos anular y medio de la mano derecha y otra herida en la parte posterior del brazo izquierdo. Tras tomar declaración al revisor y a los ocupantes de los vagones contiguos, el juez decidió trasladar el cadáver al andén, donde se procedió a revisar sus pertenencias. En el interior de su maleta se encontraron un muestrario de telas, tarjetas de visita de una casa barcelonesa dedicada a la venta de plumas para sombreros y varias cartas dirigidas a madame Henrion. Un bolsito de mano que apareció a sus pies, cubierto también de sangre, contenía diez billetes de 50 pesetas cada uno, tres de 100, cuatro monedas de oro de 20 francos, un recibo por valor de 500 francos y calderilla en monedas francesas y españolas.
El tren continuó su marcha hasta Madrid a las 6:35, a excepción del coche en el que había ocurrido el asesinato. El cadáver permaneció en el andén hasta las 9 de la mañana, momento en que fue trasladado al cementerio de Nuestra Señora de La Salud para practicarle la autopsia. Ésta se realizó a las 10:30 y en ella aparecieron nuevas heridas. A las que ya habían sido vistas en un primer reconocimiento había que añadir otra, con entrada por el pecho izquierdo y que le había roto una costilla antes de salir por la espalda, además de otra nueva en el cuello. Los facultativos dictaminaron que habían sido producidas por dos tipos diferentes de arma blanca.
IMAGEN 3. Curiosa y tétrica postal. |
Jacobo Perrean, el marido de la víctima, viajó a Córdoba en cuanto tuvo conocimiento del suceso, y acudió el día 13 a reconocer el cadáver al cementerio y después al juzgado, donde se le tomó declaración. Allí contó que su esposa, según le había confirmado por carta, llevaba consigo 12.500 pesetas y una cartera de viaje con alhajas de gran valor. Nada de esto apareció en el vagón del tren, por lo que se suponía que el móvil del crimen habría sido el robo, aun cuando el autor o los autores se habían dejado el bolsito de mano, una pulsera de plata y una cadenita de oro rota que posiblemente llevara en el cuello, bien por las prisas o porque no los vieran.
Mientras tanto, el mismo día 10, ya se había producido la primera detención de un sospechoso. Se trataba de Antonio Castro Fernández, que se subió al tren en la estación de Lora del Río con destino a Córdoba y que, sin razón aparente, se había bajado antes de llegar, en la de Palma del Río. Trasladado a la cárcel de Córdoba, se da la curiosa circunstancia de que fue recluido en el calabozo contiguo al del criminal Cintabelde, al que apenas le quedaban tres meses de vida antes de ser ajusticiado. Le siguieron dos detenciones más, una en Porcuna a un individuo al que habían encontrado lavando sus ropas en el río, entre dicha localidad y la de Castro del Río, y que al parecer era hasta hace poco tiempo camarero del hotel en el que se había hospedado madame Henrion. La otra fue en Málaga, a un sujeto que presentaba heridas en la frente y las manos y que se pensaba que se las podía haber producido al saltar del tren en marcha.
IMAGEN 4. Otra vista de la Estación de Córdoba. |
Un mes más tarde, tras haber puesto en libertad a los tres detenidos por no haber pruebas sobre su implicación en el crimen, se detuvo en Badajoz a Gabriel González Mejía. Tres días después hubo que ponerlo en libertad tras comprobarse su coartada. Al parecer un preso de la cárcel de Granada, Pablo Becerra, lo había acusado falsamente por venganza, ya que su mujer estaba viviendo "maritalmente" con Gabriel. Finalmente, tras tres meses de diligencias y gestiones, en junio se dio por concluido el sumario, que acabo constando de 875 folios y que fue remitido a la Audiencia. Finalmente, el caso desapareció de las páginas de la prensa al igual que los posibles autores del crimen, que nunca fueron encontrados.
Rafael Expósito Ruiz.
(1) Henrion es el apellido que se le adjudica a la modista en la prensa de todo el país en los primeros días. Más tarde se afirmará que su verdadero apellido es Herrison, aunque en los periódicos continuará apareciendo con el primero que se le atribuyó. Independientemente de cuál de los dos sea el verdadero, el hecho de que no coincida con el de su marido se debe a que estaban casados en segundas nupcias y ella decidió mantener el de su primer esposo, que era bajo el que era conocida en su oficio.
(2) El apellido del marido es todavía más confuso, ya que aparece en los distintos medios de hasta cuatro formas diferentes: Perrean, Perreau, Perraud y Pierreau.
DOCUMENTACIÓN
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica
IMÁGENES
- Imagen 1: Pasajeros subiendo a los vagones de un tren. Anónimo andaluz, c. 1900. Museo Universidad de Navarra.
- Imagen 2: Estación de Córdoba. José Spreafico, 1868.
- Imagen 3: Tarjeta postal con una vista de una viajera en el interior de un coche de viajeros. Fototipia Hauser y Menet, Madrid, ca. 1902. museodelferrocarril.org.
- Imagen 4: Fotografía extraída del grupo de Facebook HISTORIA DE CÓRDOBA EN IMÁGENES.
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