lunes, 5 de abril de 2021

El horrible asesinato de la Ronda de los Tejares

      Corrían los primeros días del año 1867, concretamente el 24 de enero, y Juan Rodríguez Payarés había terminado su jornada laboral. Era natural de San Cibrao da Vide, una parroquia del municipio de Monforte de Lemos en la provincia de Lugo, y su oficio era el de picapedrero. Trabajaba en Córdoba, seguramente de manera eventual, puesto que no tenía casa propia en la ciudad y paraba para dormir en un bodegón (1) situado en el número 13 de la Ronda de los Tejares, aproximadamente en el mismo lugar que hoy ocupa la salida de la calle Cruz Conde. El establecimiento estaba regentado por doña Rosalía, una murciana de cincuenta años conocida como La Africana, y que se dedicaba a hospedar y servir comidas, a precios muy económicos, a trabajadores con escaso poder adquisitivo. Varias criadas se encargaban de atender a los clientes, entre ellas la niña María Porras que tan solo contaba con nueve años de edad.

(1) RAE1. m. taberna. 
               4. m. Establecimiento, comúnmente subterráneo, donde se ofrecían comidas.


IMAGEN 1. Vista de la Ronda de los Tejares.



     Juan Rodríguez acudió ese día como de costumbre a descansar y reponer fuerzas para la jornada siguiente. Llegada la noche se encontraban en el bodegón dos extranjeros, Esteban Richard y Antonio Forneri. Eran naturales de Francia e Italia respectivamente y seguramente conocían al picapedrero porque los tres eran inquilinos de la misma fonda. Sabían que el cantero había conseguido reunir alrededor de mil reales gracias a su trabajo y le pidieron parte de sus ganancias como préstamo. Juan se negó en redondo y se marchó inmediatamente a acostarse. Cuando Esteban y Antonio calcularon que ya estaría dormido, entraron al lugar donde descansaba con la intención de robarle, pero éste se despertó y comenzó una pelea con sus atracadores. Todo terminó enseguida al caer Juan muerto de una puñalada en el cuello. Doña Rosalía y las criadas habían acudido alertadas por el ruido y las voces y comenzaron a maldecir a los asesinos asegurando que habían comprometido el buen nombre de su casa, pero éstos las obligaron bajo amenazas a limpiar la sangre y adecentar la estancia mientras ellos se encargaban de hacer desaparecer el cadáver.

     Con el cuerpo a cuestas, Esteban y Antonio se encaminaron en dirección al rio con la intención de hacerlo desaparecer bajo sus aguas. Habían dejado atrás la Puerta de la Trinidad pero el amanecer se aproximaba y, temiendo ser descubiertos, se apartaron cerca de la alcubilla conocida como El Sombrero del Rey, junto a la alameda que existía entre los caminos que llevaban por un lado a la Puerta de Almodóvar y por el otro a las Eras de la Salud. Allí abandonaron el cuerpo de Juan Rodríguez, no sin antes haberle cortado la cabeza para enterrarla en algún lugar apartado con la única finalidad de hacer imposible la identificación del cadáver.


IMAGEN 2. Escenarios principales sobre un plano de 1868.



   Tan pronto como amaneció, los restos del picapedrero de Lugo fueron descubiertos. El cuerpo se encontraba semidesnudo y, junto a la alameda, se veía un gran charco de sangre que había impregnado también los árboles más próximos. De sus ropas no había rastro, a excepción de un sombrero hongo y un pañuelo que se hallaron cerca del cadáver. Los curiosos comenzaron a arremolinarse en el lugar y pronto se presentaron el regidor don Rafael Aragón junto a varios guardias para comenzar con las pesquisas, a los que pronto se les unió el Fiscal del Juzgado. Los restos mortales fueron retirados y esa misma tarde se les practicó la autopsia, no para averiguar la causa de la muerte, que en ese momento parecía bastante evidente, sino la posible identidad del fallecido. Además era necesario encontrar la cabeza desaparecida para tratar de resolver el crimen. Se la buscó por los alrededores y se registraron varios pozos, incluido uno situado en una huerta cerca de la Fuensantilla en cuyo interior parecía haber un cuerpo extraño difícil de extraer y junto al que se habían hallado algunas manchas de sangre, pero todo fue en balde.


IMAGEN 3. La fuensantilla a principios del siglo XX.



     La investigación seguía su curso y comenzó a cobrar forma la sospecha de que el cuerpo encontrado podría pertenecer a un forastero que días atrás había desaparecido de la casa de doña Rosalía, ya que el estado de las manos del cadáver cuadraba con la profesión que éste realizaba. Con estos datos el, inspector de orden público don José Anguita acudió al bodegón para inspeccionarlo y, aunque al principio no se halló nada, en una segunda inspección apareció una gota de sangre que antes había pasado inadvertida. Entonces se detuvo a Rosalía Aguilar y a otras cinco mujeres más: María Noguer, Encarnación García, María García, María Cuellar y la pequeña María Porras. Esta última, al verse encarcelada, se derrumbó y acabó contando todo lo que había sucedido, lo que llevó al arresto inmediato de Esteban Richard y Antonio Forneri.
     Mientras tanto, la cabeza de Juan Rodríguez seguía sin aparecer. Finalmente el 14 de febrero, tres semanas después del suceso de la Puerta de la Trinidad, que así era como lo denominaba la prensa del momento, varios obreros la encontraron semienterrada en una haza de tierra del pago de la Salud que estaba siendo labrada por Rafael Vallejo. Parece ser que algunos animales la habían sacado de su escondite y habían destruido las partes más blandas, aunque finalmente pudo ser identificada como la del fallecido.

IMAGEN 4. Recorte de prensa.


     La estancia en prisión estaba haciendo mella en el francés Esteban Richard y el 22 de febrero se cortó las venas de brazos y pies con una pluma de acero. Los guardias lo encontraron moribundo en la celda rodeado de un gran charco de su propia sangre, aunque aún no era demasiado tarde y se le pudo salvar la vida. Había dejado una nota, escrita con zumo de tabaco, en la que mostraba el deseo de reunirse con su esposa. A raíz de este incidente hubo que mantenerlo en estricta vigilancia para que no volviera a intentar el suicidio.

     Cuenta Teodomiro Ramírez de Arellano en Paseos por Córdoba que ni los dos extranjeros ni doña Rosalía llegaron nunca a confesar el crimen y que todos fueron condenados a pasar el resto de sus días en la cárcel, donde La Africana acabó muriendo.


Rafael Expósito Ruiz.





 DOCUMENTACIÓN
- Paseos por Córdoba, Teodomiro Ramírez de Arellano.
- Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos. Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.

IMÁGENES
- Imagen 1: Fotografía subida por Lolo Cordoba al grupo de Facebook "Historia de Córdoba en Imágenes".
- Imagen 2: Sección del plano de 1868 de José María de Montis. Red Municipal de Bibliotecas.
- Imagen 3: Revista Actualidades, 03-03-1903. Biblioteca Digital Hispánica.
- Imagen 4: Diario de Córdoba de comercio, industria, administración, noticias y avisos, 16-02-1867, pág.2.

3 comentarios:

  1. Bueno pues es la tercera vez, te decía en las anteriores que era un truculento asesinato clásico del El Caso. Y que le había enviado a una señora unos planos de esas casas que ocupaban la salida de Cruz Conde, posiblemente alguna de esas sería la de la pensión que tu comentas, está persona, creo recordar, decía que allí habían vivido su abuelos.

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  2. La tercera vez porque he intentado poner los dos anteriores comentarios y por torpe no han salido.

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  3. A la tercera siempre va la vencida, Paco. Sería interesante ver esos planos para compararlos con el que tengo de la alineación de la calle en el que aparecen los números de las casas.

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