sábado, 28 de agosto de 2021

El hundimiento en el convento de San Cayetano

     El 19 de marzo de 1614 la Orden del Carmelo Descalzo, coloquialmente "los carmelitas", abandonaba el convento de San Roque, fundado por San Juan de la Cruz en 1586 en la actual calle Buen Pastor, para trasladarse frente a la desaparecida Puerta del Colodro, al nuevo convento de San José, popularmente conocido como San Cayetano. Tras la desamortización de 1835 se vieron obligados a abandonarlo y no regresaron hasta 1893. Tan solo 27 años después de su su regreso, un terrible accidente vino a turbar la tranquilidad de los carmelitas.

Imagen 1. Iglesia y convento a principios del siglo XX.



     El 1 de marzo de 1916 se estaban realizando obras en un patio junto a la huerta del convento para construir una serie de naves y galerías donde acondicionar nuevas habitaciones para los novicios, a cargo del maestro Manuel Lubián Reinosa y del arquitecto Julio Jiménez Castedo. Momentos antes del suceso, el albañil José Beltrán Oliveros y su peón, además de cuñado, José Callado González, estaban trabajando en el descalce de una vigueta de hierro del techo. Sobre la una y media Manuel Lubián, quien había dicho a Beltrán que aún no podía retirarse el calzo de dicha vigueta, se encontraba en otra zona de la obra cuando escuchó un horrible estruendo. Bien porque Beltrán no entendió la orden del maestro o no le pareció importante obedecerla, o bien porque el calzo cedió por alguna causa, la vigueta se desplomó hundiéndose la parte superior de la nave sobre él y sobre los albañiles Manuel Rodríguez Teruel y Manuel Domingo Raya. El resto de los albañiles que trabajaban en la obra acudieron rápidamente en ayuda de sus compañeros, y Manuel Rodríguez y Manuel Domingo pudieron ser extraídos vivos aunque con lesiones de diversa gravedad. Cerca de ellos se encontraba el cadáver de José Collado, al que una vigueta de hierro le cayó en la cabeza cuando intentaba ponerse a salvo. El cadáver de José Beltrán tardó dos horas en ser rescatado de los escombros por sus compañeros.

Imagen 2. Iglesia y Cuesta de San Cayetano.



     Poco después de las tres de la tarde se personó en el lugar de los hechos el juez de instrucción Mariano González Andía, junto con el auxiliar señor Carmona y el médico forense Baldomero Castellano. Tras el levantamiento de los cadáveres, estos fueron cubiertos con sábanas y depositados en la iglesia del convento hasta su traslado al cementerio. De la toma de declaraciones a todas las personas que se encontraban en el convento, incluidos los padres carmelitas, se dedujo que la retirada del calzo, unida al daño que el reciente temporal había causado en esta zona, fueron las causantes de la desgracia. Se da la circunstancia de que esa misma mañana se habían adquirido dos columnas para sostener la parte superior, pero lamentablemente no llegaron a realizar su función a tiempo. Más tarde acudió también el alcalde, Salvador Muñoz Pérez, que tras informarse del suceso entregó 25 pesetas para las viudas de los fallecidos, prometiendo proponer en la siguiente sesión del Ayuntamiento la concesión de una ayuda. Los padres carmelitas correrían con los gastos del entierro y funeral que se llevarían a cabo al día siguiente.

     A las ocho de la tarde los dos cuerpos sin vida fueron conducidos al cementerio de La Salud sobre los hombros de sus compañeros. Cuando la comitiva fúnebre llegaba al Paseo de la Victoria, varias mujeres se acercaron llorando a uno de los guardias que la acompañaba. Eran trabajadoras del tejar de Vista Alegre y aseguraban que un nieto del dueño había salido sobre la una de la tarde para llevar al convento unos vales por los materiales usados en las obras y que aún no había regresado, por lo que temían que se hubiese visto envuelto en el accidente. Los compañeros de los fallecidos intentaron tranquilizarlas diciéndoles que todos los cuerpos habían sido retirados de los escombros, pero los familiares del muchacho insistieron en que había que volver a removerlos y acudieron al juez González Andía, quien ordenó un nuevo desescombro que se inició a la mañana siguiente. Tras media hora de trabajo apareció el cuerpo de José Alé Ruiz de 18 años, a apenas un metro de donde había sido hallado el del albañil José Beltrán. Se procedió al levantamiento del cadáver que fue también conducido al cementerio de La Salud, esta vez por los trabajadores del tejar.

Imagen 3. Llanos de Vista alegre en el siglo pasado.



     Las muestras de solidaridad de la ciudadanía cordobesa no se hicieron esperar y enseguida se establecieron suscripciones populares para ayudar a las familias de las víctimas, especialmente a las viudas de los albañiles José Beltrán de 31 años y José Callado de 27, que dejaban atrás tres y dos hijos respectivamente. También el presidente del Centro Filarmónico, José Carrillo Pérez, colaboró accediendo a que la Estudiantina de dicha agrupación musical acompañara a la Sociedad de Albañiles que tenían la intención de recorrer las calles de la ciudad para recaudar dinero. Finalmente se consiguieron reunir 1.066, 50 pesetas por parte del Centro Filarmónico y 860,50 por parte de la Asociación de Albañiles, además de las 250 pesetas que envió el Ministro de Justicia Antonio Barroso

     Al día siguiente del fatal accidente, la Junta Local de Reformas Sociales se reunió en sesión extraordinaria, en la que salieron a relucir bastantes deficiencias que podían haber evitado el accidente de haberse subsanado a tiempo. Al parecer se había denunciado en la sesión anterior, celebrada el 24 de febrero, que el andamiaje de las obras del convento no reunía las condiciones de seguridad necesarias y que la construcción no contaba con la dirección de ningún arquitecto, siendo dirigidas por el Padre Rafael de Santa Teresa, uno de los carmelitas. Este último punto fue confirmado por los trabajadores que, al ser interrogados tras el hundimiento, habían declarado no haber visto nunca en la obra al arquitecto Julio Jiménez Castedo, quien se suponía era el encargado de la dirección técnica de los trabajos; más tarde se supo que este arquitecto no tenía ni la más mínima noticia de que se estuviera llevando a cabo una reforma en el convento, habiéndose enterado por la prensa de que su nombre aparecía vinculado a la misma. También salió a relucir el hundimiento de uno de los andamios varios días antes del suceso, el que resultó herido uno de los siete trabajadores que se encontraban sobre él. Para rematar el cúmulo de irregularidades, la obra no contaba con la autorización del Ayuntamiento.

Imagen 4. Vista aérea del convento en los años 60 del siglo XX.



     Por desgracia no he encontrado referencia alguna en la prensa de la época sobre qué tipo de responsabilidades se hubieron de asumir y por parte de quien, a excepción de una multa del Ayuntamiento de 50 pesetas a los padres carmelitas por realizar obras sin licencia. Tal vez es una noticia que no interesaba difundir o probablemente los responsables acabaron yéndose de rositas, lo que no me extrañaría en absoluto. El caso es que, como por desgracia sigue ocurriendo, la absoluta falta de ética de los promotores, la desidia y negligencia de las instituciones encargadas de vigilar que hechos de este tipo nunca ocurran y, seguramente también, la imprudencia de algunos trabajadores, dejaron a varias familias destrozadas que meses después aún seguían sin cobrar las indemnizaciones por parte de las aseguradoras, y las sepulturas 115, 116 y 117 acabaron ocupadas por quienes aún no debieran haberlo hecho. Eso sí, tan solo un mes después del suceso ya se estaba estudiando el proyecto para reformar la cuesta de San Cayetano y dar un acceso más decente y vistoso al convento.


Rafael Expósito Ruiz.






DOCUMENTACION
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
- La Orden del Carmelo Descalzo en Córdoba: el Convento de San José (San Cayetano). Trayectoria histórica y plenitud de las Artes, 2014. Juan Dobado Fernández.

IMÁGENES
- Imágenes 1, 3 y 4: Fotografías extraídas del grupo de Facebook HISTORIA DE CÓRDOBA EN IMÁGENES.
- Imagen 2: Archivo Municipal de Córdoba.

2 comentarios:

  1. Original entrada que demuestra tu calidad investigadora y conocimiento amplio de la hemeroteca. Clara denuncia de que nunca paga nadie por las imprudencias, nadie no, en realidad pagan los trabajadores desgraciadamente con su vida. Un abrazo.

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    1. Gracias Paco. Pasé muchos años en el mundo de la construcción y por desgracia sé que la cosa no ha cambiado y que, como dices, al final siempre pagan los mismos. Un abrazo.

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