viernes, 24 de septiembre de 2021

Cuando Alejandro Dumas estuvo en Córdoba

     En 1846, el ministro francés de Negocios Extranjeros solicitó al célebre autor de Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo que acudiese a España como cronista oficial de la boda de la infanta Luisa Fernanda con el duque de Montpensier. En su viaje, Alejandro Dumas, a quien acompañaban el poeta Auguste Maquet, los pintores Adolphe Desbarolles y Eugène Giraud, el criado etíope Eau Benjoin y Alejandro Dumas hijo, visitó ciudades como Irún, Madrid, Toledo, Aranjuez, Jaén, Granada, Córdoba, Sevilla y Cádiz.

Imagen 1. Alejandro Dumas, padre e hijo.



Imagen 2. Edición francesa de 1897.
     El viaje por tierras españolas duró un mes y medio y dio como resultado la publicación en los dos años siguientes del libro Impresiones de viaje. De París a Cádiz, en el que alababa y criticaba por igual todo lo que iba viendo a su paso, a veces incluso en la misma frase. Esta obra levantó algunas ampollas y fue muy criticada por la parte más conservadora de nuestro país, quizás debido a la excesiva imaginación del autor o su desilusión por no haber encontrado la "España romántica" que él esperaba. En 1847, antes de haberse completado la edición francesa del libro, que constaba de cinco volúmenes, aparecieron en Barcelona y Madrid traducciones parciales en castellano con comentarios nada agradables sobre el autor de Víctor Balaguer y Wenceslao Ayguals de Izco.

     La primera impresión que el autor francés se llevó de Córdoba cuando la divisó a lo lejos fue desilusionante, y así lo dejó escrito: «Córdoba, calentada por su sol morisco, se encuentra en una situación admirable; pero a Córdoba, cuerpo de casas sin sombra, sin jardines y sin otro monumento que la catedral, a pesar de las tres o cuatro palmeras que balancean sobre ella sus graciosos abanicos, le falta apariencia. Es cierto que, como todas las cosas buenas, Córdoba gana una vez que se la conoce. Mientras tanto, no es menos cierto que a primera vista Córdoba no es en absoluto la Córdoba que uno se ha hecho». La cosa cambió al llegar al fielato, según Teodomiro Ramírez de Arellano, de la Puerta Nueva. El hecho de que los empleados reconocieran a Dumas y supieran de su obra, además del hecho de que por esa razón ni siquiera les revisaron las maletas, le impresionó lo suficiente como para escribir: «¿Conoce usted a alguien más literario y más adecuado que los soldados y los aduaneros cordobeses?».

Imagen 3. Antigua ubicación de la Fonda Rizzi.
     Una vez que entraron en la ciudad los viajeros se dirigieron en busca de un alojamiento que les habían recomendado desde Granada, y que en la versión francesa del libro aparece como "l´hôtel de la Poste". En castellano vendría a significar algo así como "el hotel de Correos", por lo que seguramente se trataba de la conocida Fonda Rizzi en la calle Ambrosio de Morales, que en esa fecha se encontraba junto a la Oficina Postal. Así lo asegura Ramírez de Arellano al enumerar las diversas personalidades que alguna vez se hospedaron allí. Por el contrario, tanto Cordobapedia como Toni Cruz González, de la Redacción de COPE Córdoba, consideran que el lugar elegido por los viajeros para alojarse sería la Posada del Sol, en la calle Magistral González Francés; tal vez se deba al hecho de que Dumas se refirió más adelante al hotel como "Parador de las Diligencias" y que casualmente a excasos metros de la citada posada se encontraban las oficinas de las dilgencias La Americana, en el número 58 de la calle del Caño Quebrado.

     Tras criticar el hecho de que el hotel no contase con bañeras y que tuvieran que contentarse con unas grandes fuentes de barro para asearse, Alejandro Dumas le dio un repaso al aspecto de nuestra ciudad:

Imagen 4. Antigua Posada del Sol.
     «Cada uno de nosotros se había hecho una Córdoba a su manera: el uno gótica, el otro casi romana; puesto que los recuerdos de Lucano y de Séneca estaban tan vivos en nosotros como los de Abd-el-Rhaman y los del Gran Capitán. Sólo habíamos olvidado una cosa, la de representarnos una Córdoba española, la única que encontraríamos. Calles estrechas, sucias, en las que está prohibido arrojar el agua que se usa, sin duda por miedo a que esa agua vaya a lavarlas un poco; casas bajas y a menudo de una tonalidad grisácea, lo que es raro en España, y enrejadas de arriba abajo como prisiones; un solo monumento domina todo esto, la catedral: eso es lo primero que llama la atención de Córdoba. El adoquinado era nuestra mayor desesperación; esas piedras, que ofrecen continuamente la punta, parecen estar en continua reacción contra aquellos que pasan: se necesitaría a la graciosa Mignon y toda su destreza en la danza sobre los huevos para caminar sobre ese empedrado».

     Al día siguiente decidieron visitar tranquilamente la ciudad, para resarcirse de la mala impresión que se habían llevado al llegar cansados y malhumorados. La Mezquita dejó impresionado a Dumas y, como ya hiciera el emperador Carlos V tras contemplar la Capilla Mayor que él mismo había permitido que se construyera en el templo musulmán, también se lamentó por la alteración de su forma primitiva: «En otra parte, esta capilla sería algo bello; pero aunque seamos demasiado cristianos como para lamentar el dominio del cristianismo, somos demasiado artistas como para no deplorar que ese dominio se haya manifestado en forma de arquitectura renacentista justamente dentro de una mezquita cuya conservación integral hubiese constituido un monumento único en Europa».

Imagen 5. Interior del Coso de los Tejares en 1896.
     Tras abandonar la Mezquita-Catedral se dirigieron a la Plaza de Toros de los Tejares, que llevaba apenas unos meses inaugurada y de la que Dumas afirmaría más tarde en su libro: «pequeña y coquetamente pintada, es una de las más ponderadas de Andalucía, ya que no basta que una plaza sea grande para que sea bella». Más tarde el profesor de francés sugirió al grupo visitar lo que él denominó como Zehra, refiriéndose a las ruinas de Medina Azahara, pero la hora de cenar se acercaba y decidieron suspender la excursión. La estancia del grupo en Córdoba aún dio para dos cacerías en la sierra y para intentar encontrar los restos de la casa de Séneca, del que Dumas escribió: «Séneca no es un gran trágico; pero en fin, como es el único trágico de Roma, y como en su poema de Medea predijo el descubrimiento de América, yo deseaba ver la casa de Séneca». Lo que hallaron realmente fue un prostíbulo, al que lo habían conducido algunas de las personas que conoció en la ciudad. Finalmente todos marcharon hacia Cádiz, desde donde posteriormente continuarían el viaje hasta Argelia. Todos excepto Alejandro Dumas hijo, de quien se dice que permaneció en nuestra ciudad al haberse enamorado perdidamente de una dama cordobesa de alta cuna.

     Tras la lectura del libro da la impresión de que Alejandro Dumas disfrutó de su estancia en Córdoba, pero el hecho de que criticase algunas de sus carencias o menospreciase en cierta manera a Séneca no sentó nada bien entre los habitantes de la época, que obviaron las alabanzas hacia la Mezquita o a la generosidad y hospitalidad de los cordobeses. El malestar por el libro de Dumas tardó un tiempo en desaparecer, y años después los redactores de periódicos como el Diario de Córdoba o La Alborada aún seguían aprovechando la más mínima ocasión para dirigirle algún que otro dardo. Más tarde, también Ramírez de Arellano haría notar su enfado al escribir acerca del autor francés: «...Alejandro Dumas, padre é hijo, á quienes obsequiaron mucho los literatos cordobeses, no pagándoles después con la cortesía que era de esperar, pues criticó á Córdoba al escribir su viaje».


     «Dumas viene á España y describe nuestras costumbres desnaturalizandolas y forjándolas tambien á su alvedrio: achaque comun á todos sus compatriotas.»
DIARIO DE CÓRDOBA, 19 de mayo de 1854.

     «...El huésped real [el príncipe de Orange] ha sido robado [en Biarritz] en una cantidad bastante crecida de billetes del Banco, que fueron estraidos de su cartera... ¿Qué dirá á esto el celebérrimo Alejandro Dumas? ¡Si hubiera acontecido en España!»
DIARIO DE CÓRDOBA, 18 de agosto de 1857.

     «En Caen se ha descubierto una banda de asesinos y ladrones que tenia en conmocion á todo el departamento y que cometia robos atrevidos y crimenes terribles, se han preso hasta ahora 22 individuos. El señor Alejandro Dumas, si esto hubiera sucedido en España, tendria ocasion para escribir un volumen sobre los bandoleros de nuestro pais.»
DIARIO DE CÓRDOBA, 19 de enero de 1858.

     «Alejandro Dumas ha regresado ya á Paris de su largo viaje por Rusia, Georgia y Circasia. Trae un repuesto inagotable de aventuras, mentiras y exageraciones que van á ser la delicia de ambos mundos.»
DIARIO DE CÓRDOBA, 29 de marzo de 1859.

     «El historiador de Garibaldi, Mr. Alejandro Dumas, ha llegado á Palermo á bordo de su buque; ya es un poco tarde para saber la verdad: digno de Alejandro Dumas, hubiera sido el asistir á la toma de Palermo; pero en fin, ya nos lo contará todos como si lo hubiese visto.»
LA ALBORADA, 30 de junio de 1860.



RAFAEL EXPÓSITO RUIZ.




DOCUMENTACIÓN
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
- El paso del padre de Los tres Mosqueteros por Córdoba en 1846. Toni Cruz González.
- Las andanzas de Dumas por España. Nicolás Ortega Cantero.
- Paseos por Córdoba. Teodomiro Ramírez de Arellano.

IMÁGENES
- Imagen 1: Wikipedia.
- Imagen 2: Biblioteca Virtual del Patrimonio Bibliográfico.
- Imagen 3: Fotografía realizada por el autor.
- Imagen 4: B.R.A.C. n.º 42.
- Imagen 5: Plaza de los Tejares, Rafael Garzón Rodríguez. Archivo Municipal de Córdoba.

2 comentarios:

  1. Eres un investigador nato, que alegría halla personas que se interesen por cuestiones que parecen no interesar al núcleo duro de los investigadores. Un abrazo

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    1. Muchas gracias Paco, aunque no diría yo tanto. Sí es verdad que me gustan más las historias de andar por casa que las grandes hazañas, quién discutió con quién en la calle Caño, o quién tuvo una tienda de sombreros en la del Reloj, más que las gestas de nombres más señalados. Un abrazo.

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