jueves, 27 de noviembre de 2025

TERRIBLE AÑO DE 1805

     Si por algo es conocida la calle Muñices, la misma que va desde el Realejo a la plaza de la Magdalena, es por un suceso que ocurrió entre las paredes del actual número 12. La que fuera la antigua casa solariega de los Díaz de Morales, y anteriormente de los Muñiz de Godoy de quienes toma el nombre la calle, fue el escenario de un asesinato por celos. No entraré en más detalles sobre el suceso porque ya escribí sobre ello, en una entrada en la que podéis encontrar el relato tal y como Rafael Ramírez de Arellano lo narró en 1895, y porque es otro detalle de esa calle el que vamos a ver hoy.


IMAGEN 1. Una curiosa inscripción.



     Aunque suele pasar desapercibido, no hay que irse muy lejos para encontrarlo, ya que está justo en frente de la citada casa, en una plazuela cuyas esquinas redondeadas están formadas por seis piedras de color negro cada una, apoyadas sobre una base rectangular y coronadas por otra igual en la que se ha practicado un rebaje. En la parte rebajada se puede leer una curiosa frase: "Terrible año de 1805" (1). Como no tengo idea de a qué puede referirse habrá que buscar lo que Teodomiro Ramírez de Arellano nos pueda contar sobre el tema:

     «Este mismo D. Francisco, ya en los últimos años de su vida, quiso dar ensanche á la calle delante de su casa, á fin de que los carruages pudiesen volver á ella (2), y hundiendo parte de las casas que poseía y aun posee su señor hijo, formó una pequeña plazoleta que dedicó á la memoria del fundador de su principal mayorazgo, y así en las dos esquinas, que son de mármol negro, se lee en letras doradas, en el lado de la Magdalena «Plazuela de Lope Ruiz de Baeza» y en el contrario «Terrible año de 1805 (3).» En el centro se vé una gran puerta: en lo alto tuvo un San Rafael, que quitado en 1841, se colocó en el oratorio de la casa descrita. La gran puerta del centro fué hecha con la idea de comunicar á la calle de Abejar y que desde allí entrasen los carruages, en aquella época muy elevados y largos de batalla».


IMAGEN 2. La antigua plazuela de Lope Ruiz de Baeza y la esquina con el grabado.



     El personaje al que Ramírez de Arellano se refiere es Francisco José Díaz de Morales y Alfonso de Sousa de Portugal, VIII señor del Mayorazgo de Huéchar y Veinticuatro de Córdoba. Murió en 1806, y como afirma que la plaza se formó "en los últimos años de su vida" entiendo que la fecha de 1805 hace alusión no sólo al hecho de ser terrible sino a la formación de la plazuela. Sin embargo no nos explica la razón por la que se incluyó en una de sus esquinas la curiosa inscripción, y resulta extraño porque Ramírez de Arellano estaba emparentado con la familia a través de su mujer: el hijo de Francisco José Díaz de Morales, Rafael, era su suegro. O bien no contaba con esa información o bien daba por hecho que sería de dominio público y no era necesario compartirla, a pesar de lo que le gustaba al autor de las "Notas cordobesas" enredarse entre multitud de detalles. Tal vez el dato se perdió con D. Francisco, al igual que desapareció también el dorado de las letras que no aparece por ningún lado.


IMAGEN 3. Vista de la calle Muñices.
     He pensado que quizás la muerte de un familiar de D. Francisco podría ser una razón lo suficientemente importante para señalar ese año como fatídico, pero no he encontrado nada al respecto para esa fecha, así es que buscando cualquier otra razón en Google me encuentro con dos posibles respuestas. La primera podría ser la crisis que azotó a España entre 1803 y 1805, provocada por malas cosechas que trajeron consigo la escasez de alimentos y el aumento de los precios, y que se agravó con la aparición de epidemias. El empobrecimiento y la mortalidad se incrementaron notablemente. El pan escaseaba, y una de las medidas adoptadas por el gobierno central fue la de ofrecer a los más necesitados la conocida "sopa económica", que en Córdoba concretamente estaba compuesta de «dos partes y media de habas y harina de maíz por una de arroz, aceite, sal, pimiento picante, cebollas, ajos “y la cantidad de yerbabuena que es suficiente; y se le añade algún pimiento dulce, para darle buen color”, adaptándola “a las circunstancias del país y al melindroso paladar de sus habitantes”». Puede que D. Francisco tuviera tierras de cultivo y esa escasez de producción le afectase económicamente, o tal vez también tenía su corazoncito y la situación que vivían algunos de sus compatriotas le preocupaba realmente.


IMAGEN 4. Otra vista de la plaza, otro coche estropeando la foto.



     No sé si ésta es suficiente razón como para dejarlo grabado en piedra, pero tal vez otro hecho ocurrido en 1805 podría ser la causa. En un pequeña reseña biográfica de D. Francisco se da el dato de que era «alférez retirado de la Real Armada», y ese preciso año la flota hispano-francesa fue aplastada por la Armada Real británica en la batalla de Trafalgar, dando lugar al principio de la decadencia naval española. Se da la circunstancia de que en dicha batalla perdió la vida Dionisio Alcalá-Galiano, cartógrafo y científico cordobés nacido en Cabra y además brigadier de la misma Real Armada Española. Probablemente existió relación entre los dos personajes, no solo por el oficio de ambos, sino porque algunos años después Antonio Alcalá-Galiano, hijo de Dionisio, se hospedó en la casa de la ya entonces viuda de José Díaz de Morales, la marquesa de Santa Marta.


IMAGEN 5. Otra vista de la calle.
     Quizás ninguna de estas razones por sí solas expliquen el origen de la inscripción en la esquina, y puede que tal vez no tengan nada que ver con el por qué de ésta, pero pudiera ser que tal vez la suma de las tres, una crisis de producción que habría afectado a sus tierras y, por lo tanto hecho mermar sus ingresos, una derrota naval que habría herido su orgullo como español y antiguo marino, y el fallecimiento en la misma de un compañero de armas con el que probablemente pudo haber tenido relación, pueda ser la causa por la que Francisco José Díaz de Morales tuvo en el año 1805 su particular "Annus Horribilis" y quisiera dejar constancia de ello en la esquina de una plazoleta. O no, tan sólo se trata de una hipótesis.


IMAGEN 6. La otra esquina de la plazoleta.



     Antes de acabar no hay que olvidar que la plaza de la que estamos hablando tiene dos esquinas y que Ramírez de Arellano hablaba de una segunda inscripción, en la que estaría grabado "Plazuela de Lope Ruiz de Baeza", pero, ¿Dónde está esa inscripción? La esquina en la que debería encontrarse continúa en su sitio, formada por el mismo número de piedras y con el mismo tipo de remate con rebaje, y es muy probable que bajo capas de cal y pintura se encuentre el nombre que nuestro protagonista le dio en su día a la plazuela.


IMAGEN 7. Espacio en el que debería encontrarse el nombre de la plazuela.




Rafael Expósito Ruiz.




(1) Lo que en realidad se lee en la inscripción es "TERIBLE".
(2) Que pudieran dar la vuelta, para que nos entendamos.
(3) Realmente la esquina más cercana a la plaza de la Magdalena en la de "TERIBLE AÑO DE 1805" y no la de "PLAZUELA DE LOPE RUIZ DE BAEZA".




DOCUMENTACION
- geneanet.org.
- Las medidas gubernativas en la crisis sanitaria de 1803-1805, 2020. Sarah Caro Bragado y Ceferino Caro López. Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia 73(1), enero-junio 2021, p340.
- Los doce linajes de Soria en Andalucía, 2011. Rafael Agüera Espejo-Saavedra. docelinajes.es.
- Memorias de D. Antonio Alcalá Galiano / publicadas por su hijo; prólogo y edición de D. Jorge Campos. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.
- Paseos por Córdoba: ó sean, apuntes para su historia, 1873-77. Teodomiro Ramírez de Arellano.

IMÁGENES
- Imágenes 1, 3, 4, 6 y 7: Fotografías tomadas por el autor.
- Imagen 2: Fotografía compartida por Antonio Moreno Bello en el grupo de Facebook HISTORIA DE CÓRDOBA EN IMÁGENES.
- Imagen 5: Fotografía compartida por Alfonso Gómez Romero en el grupo de Facebook CORDUBA.

sábado, 22 de noviembre de 2025

UNA CARTA FIRMADA POR DIOS

     Hoy vengo a contaros una cosa curiosa que me ocurrió hace algunas semanas. Estaba revisando un expediente del Archivo Municipal de Córdoba, para documentarme sobre las cuatro columnas que hubo que reponer en la capilla de Villaviciosa de nuestra Mezquita, cuando justo al empezar me topé con una carta firmada nada más y nada menos que por "Dios". Como usaba para firmar el genérico de su cargo, y no el nombre, podría haberse tratado de cualquiera de las innumerables deidades que fueron adoradas en algún momento en nuestro territorio, aunque por la fecha del escrito, 1894, entiendo que debía de tratarse de Jehová, que es el que mandaba en esa época.


IMAGEN 1. Una firma divina.



     No entiendo mucho de dioses, aunque algo he leído, y no tengo conocimiento de que se dediquen a firmar ningún tipo de documento, y tampoco creo que cualquier otro firmante se hubiera "venido arriba" con la rúbrica adueñándose de una divinidad que no le correspondía, así es que obviamente debía tratarse de algún tipo de confusión por mi parte. Efectivamente así era, y todo es gracias o por culpa del sistema que empleo cada vez que consulto un documento, en el Archivo Municipal en este caso o en el Archivo Histórico Provincial en otros.

     Cuando quiero consultar algún expediente aprovecho para solicitar el número máximo de ellos que se permite, que me servirán para documentarme sobre la entrada que esté escribiendo en ese momento y para otras posteriores, y de esta forma amortizo el tiempo empleado en la visita al Archivo en cuestión. Por el tamaño de ciertos expedientes, en muchas ocasiones estamos hablando de cientos de páginas a revisar, la mayoría de las veces manuscritas, y dependiendo de su antigüedad se encuentra uno por ahí cada escrito que no hay farmacéutico que lo entienda, lo que me llevaría más tiempo del que normalmente dispongo. Por otro lado está el hecho de que se trata de documentos antiguos que prefiero, por el bien de su conservación, manipular lo estrictamente necesario, así es lo que hago es fotografiarlos con el móvil página por página para luego poder revisarlos tranquilamente en casa.


IMAGEN 2. Como para pararse a leerla en la sala del Archivo.



     Después de hecho esto, paso las fotografías a mi ordenador, las ordeno por carpetas y listo, ya se pueden consultar cuando lo necesite. Una de las ventajas de mirar este tipo de documentos en una pantalla es que puedes agrandar la imagen para poder leerlos con más facilidad, a veces las dioptrías no dan para más, aunque con eso pierdes de vista el resto de la página y es al final cuando te encuentras con el curioso detalle. Obviamente, mi sorpresa duró tan solo un segundo, lo que tarde en pronunciar mentalmente "¡Coño, esto que es!" y darme cuenta de que "Dios" no era una firma sino el principio de la típica frase de cortesía "Dios que a V.S. guarde..", y que por falta de espacio en esa página continuaba en la parte posterior de la misma.


IMAGEN 3. La firma auténtica.



     La verdadera firma se encontraba a continuación, obviamente, y pertenecía al jerezano Sebastián Herrero Espinosa de los Monteros, obispo de nuestra ciudad entre 1883 y 1898, y que finaliza la carta con un simple "Sebastián, Obispo de Córdoba". En fin, cosas que me pasan.


Rafael Expósito Ruiz.


IMÁGENES
- Imágenes 1 a 3: Fotografías tomadas por el autor sobre varios expedientes del Archivo Municipal de Córdoba.

lunes, 17 de noviembre de 2025

UNA LOSA DE MÁRMOL CON UN SONETO DE GÓNGORA

 ¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
De honor, de majestad, de gallardía!
¡Oh gran río, gran rey de Andalucía,
De arenas nobles, ya que no doradas!

¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas,
Que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre gloriosa patria mía,
Tanto por plumas cuanto por espadas!

Si entre aquellas ruinas y despojos
Que enriquece Genil y Dauro baña,
Tu memoria no fue alimento mío,

Nunca merezcan mis ausentes ojos
Ver tu muro, tus torres y tu río,
Tu llano y sierra, ¡oh patria, oh flor de España!


     En mayo de 1927 iba a cumplirse el tercer centenario de la muerte del poeta y dramaturgo cordobés Luis de Góngora y Argote, y Córdoba lo celebraría con una serie de conferencias, publicaciones y demás actos; la Real Academia le dedicaba un número monográfico de su Boletín, y en las aulas de los colegios niños y niñas recitaban sus sonetos. Aunque en un principio no estaba contemplado, el remate final iba a ser la colocación de una lápida grabada con los versos que el poeta le dedicó a la cuna de su nacimiento. ¿Llegó a colocarse? Sí. ¿A tiempo para cumplir con el centenario? No, amigas y amigos, esto es Córdoba.


IMAGEN 1. El soneto "A Córdoba".



     Esta iniciativa había nacido de las palabras que Andrés Ovejero, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Madrid, pronunció en la primera de una serie de seis conferencias que pronunció entre los días 2 y 7 de mayo. En esta primera conferencia, el catedrático hacía notar su extrañeza al no ver ningún verso de Góngora adornando las calles de su propia ciudad, como sí ocurría en las de Florencia con fragmentos de la "Divina Comedia" de Dante Alighieri. El académico cordobés José Priego López, el mismo que da nombre a la calle Maestro Priego López en el barrio de Ciudad Jardín, recogía el guante lanzado y publicaba lo siguiente el 4 de mayo en el Diario de Córdoba:

     «Como Florencia, y en cuanto a Góngora, Córdoba tiene que ostentar en su "muro" los versos gallardos, enfáticos, majestuosos, con que cinceló la corona de esta que acabó "flor de España". Más que gloria para Góngora será honor para nosotros mismos que nos dispongamos a perpetuar la memoria de estas nuevas y solemnisimas lecciones que nos dá Ovejero, realizando la cordial y patriótica iniciativa que ha puesto en nuestras manos. Hay que ilustrar el "muro" de Córdoba con el "Soneto a Córdoba", de Góngora. ¿Dónde? En el lugar más monumental de esa misma muralla: en la Puerta del Puente. Mirando hacia ella, contemplando a Córdoba desde su campiña, transitando por el camino real a la vuelta de Granada, descubriendo nuestras "torres coronadas de honor, de majestad, de gallardia", desde la altura de los Visos, de cierto que don Luis concibió la estupenda salutación y sintió en su pecho las inefables armonias de sus versos...».


IMAGEN 2. Fragmento de la "Divina Comedia" en una calle de Florencia.



     José Priego acababa su escrito apelando al patriotismo del alcalde Francisco Santolalla Natera para que encabezase la iniciativa, y éste respondió iniciando el día 13 una suscripción popular. Obviamente era imposible reunir la suma necesaria en tan pocos días ya que el centenario de la muerte de Góngora se cumplía el día 23, de hecho la cantidad recaudada hasta ese mismo día era de tan sólo 105,05 pesetas. El mes de mayo se pasó y lo mismo ocurrió con el año 1927, y los versos del poeta no adornaban aún ningún muro.


IMAGEN 3. Obras en 1928. La placa de mármol aún no está colocada.



     Pasaron más de cuatro años y seis alcaldes al frente del ayuntamiento cordobés sin que la placa con los versos gongorinos fuese colocada. Llegado septiembre de 1931, en la sesión ordinaria del día 14, el entonces alcalde Francisco de la Cruz Ceballos propuso librar hasta un máximo de 500 pesetas para tal fin, ya que la suscripción popular iniciada en 1927 no había sido capaz de reunir el dinero suficiente, además de solicitar la colaboración económica de las entidades culturales cordobesas y consultar a la Real Academia sobre el lugar donde debería lucir la lápida de mármol. Estas proposiciones fueron aprobadas por unanimidad.


IMAGEN 4. Entorno de la Puerta del Puente en 1930. Sigue sin estar colocada la placa.



    Sobra decir que la placa finalmente fue colocada, y ahí sigue en la actualidad, aunque no he sido capaz de averiguar la fecha exacta en que se hizo. Ninguna fotografía del momento, mención en la prensa o expediente lo atestiguan, que yo haya podido encontrar claro está. En cualquier caso es otra muestra más de lo que cuesta en Córdoba llegar a tiempo con los centenarios, como ocurrió por ejemplo con la estatua de Osio, colocada seis meses después de que se cumpliera la fecha en que debía conmemorarse el concilio de Nicea, presidido por el obispo cordobés, y que no fue inaugurada hasta un año después de dicha fecha, o como ocurrió con la dedicada al Gran Capitán, que debía colocarse para el cuarto centenario de su muerte y que no se hizo hasta ocho años después.


Rafael Expósito Ruiz.




DOCUMENTACION
- Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.

IMAGENES
- Imagen 1: Fotografía realizada por el autor.
- Imagen 2: Fotografía de Lisbeth Salas. lavanguardia.com.
- Imágenes 3 y 4: Colección A. J. González. Archivo Municipal de Córdoba.

martes, 11 de noviembre de 2025

CALLES DE CÓRDOBA: LA CALLE DE LOS AGUJEROS

     Hace un par de meses me llegó al blog un curioso comentario, en una entrada que escribí sobre las calles de Córdoba que tuvieron, y algunas aún lo tienen, nombres de oficios que en la mayoría ya no se realizan en la actualidad. Dicho comentario estaba escrito en portugués por un tal António Cabral, y comenzaba con un fragmento de La Catedral de Córdoba, uno de los cuentos que forman la obra JARDÍN DE LAS TORMENTAS de Aquilino Ribeiro, tras lo que me preguntaba si la denominación "los Agujeros" se correspondía con el antiguo nombre de una calle cordobesa. Mi respuesta fue que no tenía noticia acerca de ese nombre pero que investigaría un poco y le haría saber lo que encontrase al respecto. El fragmento citado decía así:    

     «Hacia Levante se anunciaba un día claro y templado, y el cielo ya parecía una vaga azucena plateada. Se oía el trote de los burros de los aldeanos, que venían a abastecer el mercado, sobre las piedras, allá a lo lejos, hacia la puerta de Almodóvar. Todavía no había nadie en la calle, ni una sola de las chicas de las panaderías, con el pelo suelto y delantal; ni un solo chicuelo, con los ojos legañosos y aturdidos, aparecía en los portales para mirar el cielo. El sereno del barrio acababa de pasar por la calle de los Agujeros, hacia su buhardilla». (1)


IMAGEN 1. Las calles de Córdoba en 1851.



     Lo primero que hice fue intentar localizar un ejemplar del libro de Aquilino Ribeiro, por si éste mencionaba algún otro lugar de Córdoba que me sirviera para acotar la zona en que pudiera encontrarse la susodicha calle. Encontré una copia en internet, una edición de 1913, pero para sorpresa mía no sólo no encontré esas referencias que buscaba sino que ni siquiera hallé mención alguna a la dichosa calle de los Agujeros ni a la también mencionada y lejana puerta de Almodóvar. De hecho, el párrafo que António Cabral había incluido en su comentario tampoco aparecía tal cual, aunque sí una versión ligeramente parecida aunque más reducida:

     «Era una mañana clara y templada, como si el aire fuera un vapor translúcido de cal. Los campesinos de los alrededores venían, con burros cargados, a esparcir la plaga. Las puertas se abrían lentamente y las chicas, en fila, aparecían en los umbrales para sondear la mañana». (2)


IMAGEN 2. Puerta de Almodóvar en 1914.
     El libro se publicó en 1913, año de la edición de la copia encontrada en internet, por lo que la versión que me envió António debe ser posterior. Ignoro si el autor reescribió el cuento, añadiéndole más detalles, o tiene algo que ver con la traducción, y pregunté a António por si sabía algo acerca de esa discrepancia, pero como no recibí contestación el siguiente paso era acudir a los socorridos PASEOS POR CÓRDOBA: Ó SEAN, APUNTES PARA SU HISTORIA, de Teodomiro Ramírez de Arellano, donde se puede leer lo siguiente:

     «Ante la parroquia [San Nicolás de la Axerquía] hay una plazuela que siempre se ha llamado como ella y á veces del Cementerio, por estar en aquel sitio, y que en el último arreglo, tal vez por ahorrar letras, la incluyeron en la calle de las Badanas que afluye á ella, formando un ángulo para desembocar en la de Lineros; llámase así por la venta de aquella clase de pieles que en ella se hacía, sin ofrecer cosa alguna notable, pues la casa del Santo Dios se titula así porque su dueño le puso esa oración en su fachada; es muy grande y hace muchos años ha estado destinada á fábrica de paños bastos y capotes: se ha llamado también de los Agujeros, por los noques del curtido».


IMAGEN 3. Plaza al final de la
calle Badanas.
     Parece ser entonces que la denominación de "los Agujeros" la recibía la plaza o ensanche que hay al final de la calle Badanas, en la parte que desemboca en la calle Consolación, aunque con Ramírez de Arellano me pasa que muchas veces me pierdo en sus descripciones y no termino de saber de qué está hablando, y ya no sé si se refiere a la plaza o a la casa del Santo Dios que menciona. Parece ser que se trataría de la primera, y así se afirma también en LAS CALLES DE CÓRDOBA, escrita por Francisco Román en 2005. Por lo que respecta a lo noques a los que se refiere Ramírez de Arellano y que le daban nombre a la calle, estos eran grandes recipientes de cerámica con la boca muy ancha que se enterraban en el suelo, dando así la impresión de ser agujeros. En ellos se vertía una mezcla de agua y cal, llamada pelambre, en la que se introducían las pieles con el fin de retirarles el pelo.


IMAGEN 4. Otra vista de la calle
Badanas.
     En la tesis doctoral ESTUDIO SOCIO-PROFESIONAL DE LOS GRUPOS NO PRIVILEGIADOS EN LA CÓRDOBA DEL SIGLO XV, de Josefa Leva Cuevas, se asocia también el nombre de "Agujeros" con la calle Badanas, sin especificar si era sólo el tramo final o la calle entera, aunque a diferencia de lo que dice Ramírez de Arellano, la razón del nombre se debería al hecho de que la mitad de sus vecinos estaban dedicados al oficio de la fabricación de agujas, o sea agujeros o agujeteros, al igual que en otras calles cercanas como las de Gragea o la del Potro (actuales Lucano y Lineros). Sea como fuere, tinajas llenas de pelambre o artesanos haciendo agujas, la respuesta a la pregunta que inició esta estrada del blog es: Sí, "los Agujeros" es el topónimo antiguo de una calle de Córdoba, concretamente la actual calle Badanas. Espero que António Cabral llegue a leer esto.


Rafael Expósito Ruiz.




(1) Traducción realizada con la versión gratuita del traductor DeepL.com.
(2) Traducción realizada con la versión gratuita del traductor DeepL.com.




DOCUMENTACIÓN
- Las calles de Córdoba, 2005. Francisco Román.
- Paseos por Córdoba: ó sean, apuntes para su historia, 1873-77. Teodomiro Ramírez de Arellano.
- Tesis Doctoral: Estudio socio-profesional de los grupos no privilegiados en la Córdoba del siglo XV, 2023. Josefa Leva Cuevas.

IMÁGENES
- Imagen 1: Plano de Córdoba de 1851, de José Mª de Montis.
- Imagen 2: Fotografía de Auguste Léon, 1914. Musée Départemental Albert Kahn.
- Imágenes 3 y 4: Fotografías del álbum familiar de Mari Rodriguez Haba, compartidas en el grupo de Facebook HISTORIA DE CÓRDOBA EN IMÁGENES.

miércoles, 5 de noviembre de 2025

SOBRE EL CAIMAN DE LA FUENSANTA

     Córdoba es una ciudad rica en leyendas y tradiciones, de eso no cabe ninguna duda. Más de dos mil años de existencia dan para que muchos acontecimientos reales acabaran adornados y transformados en curiosas leyendas, gracias a la imaginación popular, que después pasaban oralmente de abuelos y padres a hijos y a las que a cada paso se le iban variando o añadiendo detalles. Las hay trágicas, como las del origen de la Torre de la Malmuerta o la del Palacio de Orive, y otras más simpáticas, como la del Caimán de la Fuensanta. Os dejo con lo que el periodista, escritor y político Joaquín Pérez Madrigal (1898-1988) dejó escrito sobre ella en las páginas del Diario de Córdoba:


IMAGEN 1. Parroquia Santuario de Nuestra Señora de la Fuensanta.



     «La historia, la leyenda y el caimán.

     El caimán de la Fuensanta es un suspiro de Córdoba. En torno a ese caimán, cazado en Filipinas por un explorador ferviente y traido a la Virgen en prenda de su fe (1), ha escrito el pueblo una leyenda.
     Estuvimos en la Iglesia, prolijamente examinamos el cúmulo de exvotos (2) que allí colgó el fervor, y nos impresionó profundamente escuchar cómo la inventiva popular, a presencia del animalucho exótico, se había desentendido de su historia para fraguar su leyenda.
     Según ésta, el caimán se encaminaba por el arroyo de la Fuensanta al Guadalquivir; un cazador, cojo por más señas, vio al caimán al tiempo que éste vio al cazador, y aterrado el hombre por lo difícil que se le presentaba la huída del que se aprestaba a devorarle, se encomendó a la Virgen de la Fuensanta y la Virgen hizo el milagro de sugerirle la idea salvadora. Llevaba el cojo en su zurrón una gran rebanada de pan. Se apresuró a tomarla en una mano mientras que con la otra empuñaba la escopeta, y aguardó sereno a que el caimán se le acercara. Cuando el supuesto cocodrilo gigantesco estaba solo a dos metros de distancia y las dilatadas fauces se entreabrían enseñando dos terribles hileras de dientes, el hombre le tiró contra ellas el pedazo de pan. Para engullirlo, el caimán abrió la boca y entonces el cojo le disparó un escopetazo que, llenándole de metralla el estómago, acabó con la fiera. El cazador, salvado el pellejo, ofrendó a la Virgen el cuerpo del caimán, la escopeta con que le dio muerte y la muleta que le ayudaba a ser cojo.


IMAGEN 2. El caimán, la escopeta y la muleta.


     Claro que esta leyenda no tiene muchos crédulos y que la gente se la atribuye a un chusco (3). Es seguro que oyéndola narrar el auditorio rompa en carcajadas de honesto, de irreflexivo regocijo.
     Para nosotros escuchar la leyenda del caimán de la Fuensanta ha constituido la lección más seria de cuantas nos ha brindado la ciudad en orden a humanidades, y muchos días después hemos estado meditando sobre ella. Desde luego el inventor era un filósofo moralista y cínico que compuso con materiales legendarios, el terror y la fe, un agudo epigrama.


IMAGEN 3. Otra vista del Santuario.



     El arroyo de la Fuensanta, por, el que se dice que transcurría el caimán, genera su fétida carga dentro de Córdoba.
     ¿Había caimanes en Córdoba? ¿Abundaba la fauna local en ejemplares de esa familia de anfibios hasta el extremo de que uno de ellos se fuera a pasear por las márgenes y aun por el lecho del Betis?
     Es eso una galana sátira muy digna de tenerse en cuenta para completarla con la del desenlace que pone la leyenda a la amenaza del monstruo. Por muy caimán que sea, y por muy lisisado que esté quien le afronte, aquel, en el cual se quiere simbolizar la astucia y la cautela, saldrá vencido si retarda la realización del deseo primordial por realizar otro accidentalmente sugerido y aprobado por el ansia conductora. Iba el caimán a comerse al hombre y por un pedazo de pan dejó que el hombre le matase.
     ¿No habéis desentrañado desentrañado todavía las enseñanzas de la leyenda?
     Nosotros, desde que en torno a ella hemos meditado, nos hemos explicado muchas cosas. Y en la actitud de muchos hombres y en el lanzamiento al aire de muchos cachos de pan, hemos visto arrastrarse y morir, por las artes ladinas o iluminadas de un lisiado, al famoso caimán de la Fuensanta y a otros muchos caimanes.

Joaquín P. Madrigal.»


Rafael Expósito Ruiz.




(1) La leyenda sobre el caimán, con todas sus variantes y versiones, hacía ya tiempo que estaba desmontada, de ahí que al autor no le importe destriparla desde el principio de su relato.
(2) exvoto: m. En la religión católica, don u ofrenda, como una muleta, una mortaja, una figura de cera, cabellos, tablillas, cuadros, etc., que los fieles dedican a Dios, a la Virgen o a los santos en señal y recuerdo de un beneficio recibido, y que se cuelgan en los muros o en la techumbre de los templos. Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española.
(3) chusco: adj. Que tiene gracia, donaire y picardía. Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española.





DOCUMENTACIÓN
- Diario de Córdoba, periódico independiente, decano de la prensa cordobesa. Año LXXVII, Núm. 27.231, 31 de Diciembre de 1926. Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.

IMAGENES
- Imagen 1: Fotografía tomada por el autor.
- Imágenes 2 y 3: Fotografías pertenecientes al Archivo Municipal de Córdoba.